Qué ilusión extraña es suponer que la belleza es la bondad. León Tolstoi.
La bondad es una forma de generosidad. Puede que sean lo mismo. La bondad y generosidad son franquicias de la fraternidad.
La Revolución Francesa (1789) tiene tres principios que le distinguen: libertad, igualdad y fraternidad. Los dos primeros gozan de protagonismo. La fraternidad, muy poco.
De hecho, en un mundo de tiburones y “políticos realistas” es un asunto asociado a la debilidad. La fraternidad es para come flores e ilusos. El Cristo, la utilizó como principal bandera, y fue aniquilado.
La fraternidad no es popular. Incluso, el bien como tal, tampoco. Las relaciones humanas hoy se basan en lo transaccional: la búsqueda calculada y meticulosa del interés propio o corporativo.
Gente detrás de Facebook y Google apuntalan un capitalismo de la vigilancia (Shoshana Zuboff) con una dimensión mundial. En nombre del bien común, a través de intercambios febriles por medio de las redes sociales, en realidad nos están esquilmando.
La esencia de la fraternidad, que la mayoría asociamos a un programa franciscano, es el desinterés basado en una solidaridad sin apremios. En la jungla de asfalto en que nos movemos en éste siglo XXI es una utopía casi negada.
Aun así, hay muchos héroes, en su mayoría anónimos, que la practican. Parten del supuesto de que el bien vence al mal. Que por los caminos entre las tinieblas hay redenciones: una especie de alineamiento astral que permite que las energías positivas terminen por imponerse. Signos y cenizas de voces quemadas que no aceptan la derrota.
La fraternidad es también gratitud. Y de manera mundana lo que sostiene cualquier amistad o relación. Y básicamente cuando nos previenen del sufrimiento.
Somos el cerebro más evolucionado dentro de la comarca de la creación. Nuestra capacidad neuronal es muy superior a la vecindad no humana. Me refiero a los animales en general. No obstante, estos son más fraternos que los humanos.
La fraternidad se completa con el amor. Y el amor requiere un carácter indiscriminado; gratuidad; espontaneidad y libertad (Anthony De Mello).
Giovanni Papini en su “Historia de Cristo” nos conmueve cuando recrea la Parábola del hijo pródigo y presenta el más bello homenaje a la fraternidad: el padre que recupera al hijo perdido y que expresa su amor incondicional “en aquella carne que es suya”.
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia – Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ – @Lombardiboscan