El tema de lo que pudiera esperarse de la administración Trump, que comienza el próximo 20 de enero, está siendo abordado en múltiples plataformas, incluida la página de El Nacional, en especial en el muy recomendable artículo de la exembajadora María Alejandra Aristeguieta (La política exterior de Estados Unidos en la nueva era Trump). En todo caso, lo más cercano que se puede hacer es especular. Sin embargo, algunas de las designaciones que Mr. Trump ha anunciado son suficientes para generar preocupaciones.
A modo de explicación previa es conveniente saber que por disposición constitucional de Estados Unidos los principales cargos gubernamentales requieren la confirmación del Senado (secretarios, magistrados, jueces federales, embajadores, jefes de agencias estatales, etc.). La razón de esa norma es justamente para garantizar la idoneidad y honorabilidad del candidato propuesto que debe reunir el voto de al menos 51 de los 100 senadores que componen la respectiva Cámara, lo cual –a estas alturas– pudiera estar asegurado para los republicanos a partir del 3 de enero, cuando se inicia la nueva legislatura.
Sin embargo, algunas de las designaciones anunciadas son tan insólitas que han provocado que varios senadores republicanos hayan advertido que no votarán por ellas. El caso más escandaloso es el del representante Matt Gaetz, republicano por Florida, contra quien varios copartidarios tienen muy serias reservas. No obstante, existe la figura que permite al presidente designar un funcionario dentro del periodo de receso del Congreso, en cuyo caso tal designación dura hasta el fin de dicho receso legislativo, luego del cual o hay confirmación o el funcionario cesa y el cargo queda vacante. Se comenta que Trump pudiera hacer uso de esa herramienta para “bypasear” al Congreso al menos temporalmente.
Comenzando con los candidatos cuyos nombres ya han circulado por los medios, algunos de los cuales ya han sido oficialmente propuestos, como es el caso del senador Marco Rubio para la Secretaría de Estado haremos algunos comentarios.
La casi segura confirmación legislativa de Rubio ha sido vista con beneplácito en varios círculos: 1) los latinos, porque él es hijo de cubanos huidos de la dictadura de Fidel Castro, 2) habla español como lengua materna igual que el inglés, 3) conoce bien el tema internacional, 4) es joven y tiene buena imagen, 5) es el “mimado” de los venezolanos residentes en Estados Unidos, especialmente en Florida, porque ha sido claro y consistentemente decidido crítico del régimen chavista-madurista.
Rubio tiene y ha tenido aspiraciones presidenciales y no parece ser la clase de persona que diría que sí automáticamente a todas las instrucciones del señor Trump, quien –siendo de naturaleza reconocidamente autoritaria– no toleraría “rebeldes” en su gabinete, provocando su renuncia o destitución. Recordamos que en su anterior administración (2017-2021) destituyó sumariamente a su secretario de Estado Rex Tillerson (quien era nada menos que presidente de la empresa Exxon) calificándolo de “bobo”.
Muchos compatriotas esperan de Rubio una línea dura y eventual apoyo a una opción militar contra Maduro. Es difícil, porque –mal que nos pese- hoy hay asuntos de mayor relevancia que resolver (Ucrania, Gaza, Medio Oriente, China, etc.) y también porque la opción militar hoy día no es bien vista por los norteamericanos en general, salvo los latinos de Florida claro está.
Seguimos con el anuncio del nombre escogido para fiscal general (Attorney General) en la persona del representante Matt Gaetz, cuyas credenciales y controvertidos antecedentes personales, más la supuesta falta de idoneidad para el cargo, han desatado la resistencia anteriormente señalada.
Destaca también la designación de Tom Homan como “zar del ICE”, que es el departamento responsable de las fronteras. Este tema ha sido crucial en la campaña electoral y el candidato propuesto es reconocido como un extremista antiinmigración. Es posible, como ha sucedido antes, que en esta materia puedan surgir reclamos de violación de derechos humanos (separación de familias, condiciones extremas de detención, etc.).
Pete Hegseth ha sido anunciado para ocupar la Secretaría de Defensa dando lugar a cuestionamientos sobre su idoneidad, pues aun siendo coronel retirado, condecorado por su valor, su línea de trabajo es la de ser ancla en un programa de opinión de la cadena Fox News (decididamente inclinada hacia Trump) sin relación alguna con el estamento militar.
Susan Wiles ha sido designada para ocupar la Jefatura de Gabinete de la Casa Blanca (chief of staff). Se comenta que es eficiente y, naturalmente, de línea dura.
Elon Musk, el hombre más rico del mundo, ha sido propuesto para un departamento a crearse cuya labor será la de racionalizar y disminuir lo más posible el despilfarro de los recursos federales. El hombre sabe cómo generar y multiplicar sus finanzas, habrá que ver si esa experticia es compatible con los tiempos y caminos de una burocracia poderosa.
Sigue Mike Waltz para el National Security Council. En la administración Trump anterior ejerció el cargo con garras de “superáguila”. Igual había hecho su antecesor, John Bolton, quien fue destituido sumariamente al primer desacuerdo con el jefe.
Se ha destacado como acertada la propuesta de designación como embajador ante Israel de Mike Huckabee, antiguo gobernador de Arkansas, analista político y hombre respetado por su integridad y moderación.
A medida que pasan los días se van agregando nuevos nombres, los cuales, de ser el caso, comentaremos en su momento. Lo que es evidente y bastante previsible es que el rasgo “sine qua non” para volar a esas alturas es el de la lealtad perruna hacia el jefe quien, por su forma de ser, no se muestra inclinado a escuchar opiniones que no coincidan con la suya.
Lo que es evidente, y justificado dada la magnitud del triunfo electoral, es que quedará poco lugar para la ideología woke (“progre”) ni para derivaciones que ya probaron no ser de la aceptación de una mayoría determinante de los electores.
Por último, habrá que ver si Mr. Trump decide reconocer a Edmundo González Urrutia hoy como presidente-electo y después como presidente constitucional sea que logre posesionarse o no el 10 de enero. Buen antecedente existe, como fue el caso de Guaidó, a quien el mismo Trump ensalzó como presidente de Venezuela ante ambas cámaras del Congreso en memorable jornada de febrero de 2020. ¡Lástima que la propia “oposición” venezolana se encargará luego de neutralizar esa ventaja!
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