Prefiero la afirmación a la negación, los valores al pragmatismo cegato y la política a la antipolítica. Eso ¿cómo se hace? No lo puedo evitar. Desde muy temprano la política me convocó como actividad y como motivo de estudio. En la acción, la lectura, el pensamiento y la docencia, a ella he dedicado las más de mis horas. Fuera de la política activa que no es lo mismo que fuera de la ciudadanía y no obstante que hace un cuarto de siglo puse en off el suiche de las aspiraciones personales, no puedo evitar observarla con atención y atreverme a decir algunas cosas, aunque sea por desahogo.
La obsesión de muchos políticos y aspirantes a serlo es el control lo cual los lleva a concentrar capacidad de decisión. Secuelas de esa tendencia, máxime cuando carece de guía axiológica, es que lo que se concentra es incapacidad de decisión o incluso capacidad de indecisión. La primera se refiere a no saber cómo hacer y ésta a no saber qué hacer. O sea que se concentra el poder para nada.
En política, como en la vida misma que tanto se le parece, lo fundamental es tener claro el objetivo. Objeto, meta, finalidad, propósito, destino. Tener mi respuesta que suele ser nuestra respuesta a las preguntas ¿Qué persigo? ¿Para qué estoy aquí?
Definido el objetivo, es mucho menos complicado decidir el cómo, o sea los medios y el cuándo, o sea la oportunidad, datos que si bien accesorios no dejan de ser importantes, porque dependen de variables propias, algunas de las cuales no están completamente bajo nuestro control. Los medios se escogen entre los disponibles, fáctica y éticamente. Mi deber es haber acopiado la mayor suma de medios necesarios. La oportunidad se determina por las condiciones, aquellos factores que nos permiten comprender cuando actuar puede favorecer nuestro objetivo y cuándo perjudicarlo.
Lo que hacen los otros, en este caso el adversario, es un condicionante que nadie sensato ignoraría, pero en ningún caso un determinante. Si el adversario determinara tu acción le estarías concediendo la ventaja considerable de decidir por él y por tí. Y a menos que se equivoque, con lo que no hay que contar, aunque sabemos que ocurre, normalmente su intención no es favorecerte.
Churchill dijo alguna vez que había decisiones buenas, malas e inevitables. El trabajo consiste, en la política y en todo, en prepararse de tal modo que se maximicen las buenas decisiones, se eviten las malas y de cometerse, ser capaces de corregirlas lo antes y lo mejor posible. Y procurar limitar al máximo las situaciones que nos coloquen entre la espada y la pared de una decisión inevitable.
En el juego de pelota aconsejan ir bateador por bateador, inning por inning, juego por juego. Pero claro, siempre con el objetivo de ganar el campeonato.