Las personas en general somos seres sociales y tienen la necesidad de amar y ser amados. Además, para muchos la relación de afecto más significativa de la vida, es la amistad. Es un vínculo estrecho que forman con otra persona, que consideran afines y con las que comparten afecto. Es una relación de cariño que se desarrolla de forma libre y particular, que se nutre de sentimientos recíprocos y de vivencias compartidas. Con los amigos se comparten valores como la confianza, el respeto, la empatía, la lealtad, la sinceridad y el compromiso.
En la Venezuela de la Inteligencia Artificial (IA), la Robótica, las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC’s), hablar de la amistad basada en las emociones es producir un choque entre la realidad virtual y la realidad de un ciudadano que desea un futuro promisorio para enfrentar las interacciones sociales de vivir para disfrutar o vivir para ser un objeto sin valor creativo en una sociedad que se mueve por las necesidades de comer, dormir, tener salud, tener amigos y ser una persona reconocida, sin importar los valores inculcados en la familia o regidos por las normas y leyes.
Por lo tanto, se vive para ser reconocidos y no para ser personas pensantes, conscientes y rebosadas de sentimientos, y sobre todo, la realidad de cada ser humano es tener una familia que los cobija, alimenta y los llena de amor, respeto, responsabilidad, integridad, compromiso, lealtad y sobre todo sangre caliente que los llena de emociones hacia los padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y la empatía de vivir en una sociedad globalizada, en la búsqueda constante del crecimiento personal. Sin embargo, la triste realidad de un ser humano es la visita de lo único seguro de un ser vivo su antónimo la muerte, y la misma empieza en los momentos más inesperados por casos fortuitos o la muerte natural por una variable llamada tiempo, el que la mayoría olvida y solo lo ve en un reloj de pared, de mano, en una iglesia, pero nos olvidamos de él, ese tiempo, es inclemente y seguro, no perdona a nadie, solo fluye y espera, el pasar del tiempo los lleva hasta el último suspiro.
En otras palabras, el tiempo debería ser la variable que los lleve a valorar la familia, y no esperar los lamentos de la desaparición física de los abuelos, padres y así sucesivamente. Es decir, valorar a los seres queridos mientras están vivos, conscientes y darles una vida acorde con las capacidades, competencias y no esperar el día del ultimo adiós para decir que los aman, los respetan, los adoran y que la tristeza que los embarga es por lo no cumplido de las promesas que les hicieron. Saber desde tu interior, que tiene que hacer también un ejercicio de introspección, un ejercicio de humildad, un ejercicio de compasión consigo mismo para su propia transformación personal, si quiere ver una transformación profesional y por consiguiente, pasa a ser una persona con valores y principios morales que le ayudan a integrarse a la familia, a la sociedad, a la vida profesional, a la iglesia, a la política, entre otras, con integridad, compromiso, lealtad, respeto, responsabilidad y sobre todo a ser considerado como persona modelo es responsabilidad específica como padre, madre, amigo, comerciante, deportista, cultor urbano, político, entre otros.
Por ello se hace necesario, rememorar lo sagrado de la familia, lo fantástico de saber valorar a los padres, abuelos, familiares es el comienzo de una vida forjada en valores y el principio del respeto por los demás, por las cosas ajenas, por la envidia, por reconocer que se vive para consolidar una sociedad justa, culta y responsable de su entorno. A diferencia, el amor de una madre es incalculable en sentimientos hacia sus hijos es algo incuestionable y difícil de registrar con datos para la IA, por que los datos y la robótica carecen de sentimientos.
Para tal efecto, el Papa Juan XXIII en su frase, dice, «La familia es la primera célula esencial de la sociedad humana». «El vínculo que une a la verdadera familia no es de sangre, sino de respeto y alegría por la vida del otro». De acuerdo, con la frase del papa Juan XXIII, el estilo de vida, va a depender de sus hábitos, del compromiso consigo mismo, de su corresponsabilidad, de su coherencia entre lo que dices y en realidad haces, hacia su familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, otros. De ahí que todos enfrentan diferentes tipos de hostilidad en lo familiar, de salud, de comida, mental, emocional, espiritual, de fe, economía, de raza, social, género, libertad, ideología, política, otros. De modo similar, por analogía cada persona es única en un mundo complejo y globalizado, así que intentar copiar modelos de los demás no sólo no ayuda mucho, si no que no tiene lógica hacerlo porque a pesar de que tengamos las mismas competencias de conocimiento, las expectativas de cada uno depende de un sinfín de variables y factores que nos acercan y alejan de las oportunidades de vida para alcanzar el éxito y la felicidad, sin olvidar que todos son diferentes, únicos e irrepetibles, solo son iguales para la ley por el principio de igualdad, en cambio, esto es clave para que despierte la ventaja competitiva y se atreva a ser tú mismo sin miedo, vergüenza y con la voluntad de ser consciente, racional y con un cumulo de emociones para disfrutar de estar vivo.
En consecuencia, vivir en valores no solo es la familia, es saber entender y compartir con los amigos, aquellos que siempre están ahí, en los momentos felices, en los momentos difíciles, no solo con su presencia, el estar lejos, al igual es el mismo cariño, confianza y la realidad de la vida, los amigos son para siempre, fieles, leales, comprometidos y dispuestos a dar una mano en la primera oportunidad sin esperar nada a cambio. De modo similar, al fallecer un amigo, es muy difícil de olvidar al igual que un familiar, ellos están inmersos en nuestros pensamientos, recuerdos, anécdotas y un sinfín de momentos inolvidables. La huella que dejan los amigos son infinitas por ejemplo, aquel amigo (Guerrero, E.) que te guió en el mundo académico, te llevó de la mano a dejar un legado al sugerir a escribir para revistas arbitradas e indexadas sobre su área de conocimiento y decirle que sin escritos eres nadie en el mundo de la academia, eres uno más del montón, ¿cómo vas a decir que eres doctor? sino tienes un fundamento que te represente, para la mayoría de las universidades un requisito para ser doctor es tener al menos un artículo publicado en revistas de alto impacto, por tal razón, no son representantes de ese título, de doctor. No es casualidad elegir estos amigos, las relaciones de amistad proporcionan apoyo emocional, pero también son clave para nuestro autoconocimiento.
Del mismo modo, otro amigo (Cortes, I.) ha dejado un legado académico y de amistad sin precedentes, pero su vida en el recuerdo es inolvidable, ya que fue parte de nuestra formación como profesionales y pasados los años seguía siendo el profesor, maestro, padre adoptivo y amigo eterno con sus consejos y recomendaciones de vida, todo un caballero con un legado de conocimientos y sabiduría muy difícil de ocultar con la IA, las TIC’S y peor aún con la robótica y sus humanoides. En síntesis, hablar de los amigos que siguen en este mundo y los que se fueron es parte de la vida de todo ser humano consciente, racional y con criterios para saber valorar entre lo bueno y lo malo, y no depender de los datos de la IA. Sin duda, un amigo es como la serotonina y la oxitocina, hormonas que contribuyen al bienestar y a la salud mental. Junto con la dopamina y la endorfina, son conocidas como el «cuarteto de la felicidad». Hay muchas hormonas en el cuerpo que pueden mejorar el estado de ánimo y promover el bienestar. La serotonina, responsable del bienestar y la felicidad, mientras que la función de la oxitocina consiste en regular el apego, el amor y la confianza. En tal sentido, para el escritor Gabriel García Márquez su idea de la amistad es: «Un verdadero amigo es quien te toma de la mano y te toca el corazón.» Remembranzas para dos grandes amigos.