Fue su último encuentro durante el mandato de Joe Biden. El presidente estadounidense saliente se reunió con el gobernante vitalicio de China, Xi Jinping,en el marco de la cumbre del G20,en Brasil.
A los participantes les inquieta, sobre todo, un tema: qué repercusiones tendrá la política de Donald Trump en sus países. En Pekín, la mayoría de los analistas consideraba que para la República Popular daría lo mismo si llegaba a la Casa Blanca Donald Trump o Kamala Harris. Decían que entre ambos candidatos y sus partidos había demasiada similitud en lo que respecta a China.
Trump marca una diferencia
¿No se habrá equivocado Pekín, y extrañará después de todo a Joe Biden? A diferencia de los republicanos, los demócratas cultivan un estilo constructivo, con disposición al diálogo, aun cuando este no reporte ventajas a Estados Unidos.
Pero sí a Xi y su aparato. Porque le brinda a China el tiempo que el país necesita para desacoplarse económicamente del resto del mundo y quizás también para preparar del todo al Ejército para una invasión de la república insular libre y democrática de Taiwán, así como para un bloqueo total del Mar del Norte de Filipinas, que Pekín reclama de forma igualmente ilegal.
Las palabras que Xi Jinping dirigió en Brasil a Joe Biden probablemente hayan estado destinadas a Donald Trump: Washington no debe inmiscuirse en el “asunto de Taiwán”, como lo llama Pekín, ni en ninguno de los restantes conflictos que Xi ha provocado hasta ahora con casi todos los países asiáticos durante sus doce años de gobierno.
Probablemente tales bravatas no impresionen a Donald Trump, que ya ha amenazado a Pekín con aumentar al 60 por ciento los aranceles a los productos importados de China. Porque Xi se encuentra en 2024 en una situación económica y política mucho más difícil que en el año 2016.
La economía china se tambalea
Entretanto, la economía china ha caído. El crecimiento se sitúa por debajo del 5,5 por ciento que el Gobierno había fijado como meta el año pasado. El desempleo juvenil supera el 20 por ciento.
Ya ha habido varios ataques con víctimas fatales que han sido vinculados con la tensa situación económica. Por ejemplo, la semana pasada un hombre lanzó su auto contra un grupo de colegialas que entrenaba en un campo deportivo en Zuhai, en el sur del país.
Xi también es responsable del desplome del mercado inmobiliario y de una crisis bancaria. Como consecuencia de todo eso, el consumo interno ha caído, lo cual echó por tierra el sueño de Xi de una China económicamente independiente.
Por eso, el autócrata trató de conseguir en Brasil el favor de los europeos y les ofreció libre acceso al mercado chino. Esta promesa ya fue hecha antes por otros presidentes chinos. En realidad, sin embargo, nunca ha habido un acceso de las empresas extranjeras a un mercado que pudiera calificarse realmente de libre según los estándares occidentales.
¿Menos para Ucrania, más contra China?
En este momento, da la impresión de que Trump mantendrá en su segunda presidencia su política con respecto a China. Michael Waltz, su elegido para el cargo de Consejero Nacional de Seguridad, es considerado un halcón, es decir, alguien que favorece un trato duro con China.
Lo mismo vale para el designado secretario de Estado, Marco Rubio. Es poco probable que Trump envíe más tropas para defender Taiwán. Pero los signos están a favor de un máximo respaldo al paraíso democrático insular.
Porque los halcones de Trump demandan reducir el apoyo a Ucrania, o incluso desistir de él, para poder utilizar los recursos así liberados en Asia, contra China. Este cálculo de recursos no se habría llevado a cabo con Biden, lo que habría dejado más posibilidades a China. Por eso, Xi lo va a extrañar.