Jorge Ramos Guerra: El proyecto de Miranda y el ¡Bochinche, bochinche, bochinche!

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Francisco de Miranda, calificado como “el venezolano más universal”, residía en Londres, donde sería informado de los sucesos del 19 de abril de 1810, por una comisión integrada por Simón Bolívar, Andrés Bello y Luis López Méndez, quienes, en nombre de la Junta de los Derechos de Fernando VII, se habían instalado en Venezuela y ahora requerían apoyo de la Gran Bretaña. Para entonces, Miranda tenía una hoja de servicio a la causa independentista de la América española, dadas sus relaciones con políticos ingleses, franceses y norteamericanos, muy puntualmente con el primer ministro inglés William Pitt, a quien le entrega su proyecto de nación donde expone que “la situación americana estaba madura para la insurrección” y asienta:

…“a sacudir la opresión infame de la España, negando a sus naturales de todas clases el que puedan obtener empleos militares, civiles o eclesiásticos y confiriéndolos solo a los españoles europeos de baja esfera, por lo general, que vienen allí únicamente para enriquecerse, ultrajar y oprimir a los infelices habitantes, con una rapacidad increíble”.

El proyecto de Francisco de Miranda está definido en tres documentos de su puño y letra: (1) Proyecto de Constitución americana 1798, (2) Proyecto Constitucional 1801 y (3) Proclama a los pueblos del Continente 1806. En el primer proyecto de Constitución, Miranda plasma su idea de gobierno para los pueblos americanos constituidos en una nación llamada “Colombia” dentro de una estructura federal, división de poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, el clero, la milicia, la ciudadanía, impuestos y participación electoral y la administración municipal (cabildos), cuyos mandos estarían en manos de un Poder Legislativo constituido por unas Asambleas Provinciales llamadas “Amautas”, las cuales reunidas en “Concilio Colombiano” dictarían las leyes de la Federación y designarán al Poder Ejecutivo, formado por dos ciudadanos con el título de “Incas”, uno cerca del Poder Legislativo y otro recorriendo el Imperio. La milicia, al mando de un “hatunapa” (generalísimo). Los incas nombrarían a los ediles y cuestores (administradores del tesoro público).

La Constitución Federal de 1811 será el resultado de las ideas y aspiraciones de los venezolanos previos a esa fecha. De sus más prominentes hombres, Francisco de Miranda liderara la heroica gesta, porque Miranda representaba el prototipo revolucionarios de exquisita intelectualidad y experimentada estrategia militar como ningún otro en la América española, evidente amenaza para los mantuanos envilecidos de los beneficios de aquella Junta, Defensora de los Derechos de Fernando VII, de sus grandes cacaos y contrabandistas a la cabeza del marqués Antonio Rodríguez del Toro, quien no solo celebraría su fracaso de 1806, sino quien escribiría su capitulación con Domingo Monteverde el 21 de julio de 1812, acusándolo de apropiaciones indebida de los caudales de hacienda, haciendo posible su encarcelación y destierro hasta su muerte. Al respecto, era evidente el encono contra el “Precursor” de la Independencia”. El clero tampoco le quería, acusándolo de “irreligioso” y adverso a sus intereses. También Miranda fue temeroso para una generación que le cobraba su ancianidad y, aun con ello, fue el jefe político y militar de la Primera República, pero ya los intereses económicos estarían por encima de la naciente república. La corrupción hizo su entrada triunfal, de manos del marqués Antonio Rodríguez del Toro.

Miranda no soñó con una República, sino con un imperio que abarcaba desde el “Misisipi hasta Tierra del Fuego” inspirado en sus experiencias. Se trataba de una “monarquía constitucional” en el marco del esquema federal norteamericano. La historiadora Inés Quintero señala en una biografía suya “de la figura de tres tipos de funcionarios: ‘Los censores’ electos por el pueblo, que serían nombrados por la Cámara de los Comunes como responsables de velar por la conducta de los depositarios del tesoro del Estado”. Por supuesto que aquello no fue bien visto en una Venezuela de patética realidad, a juicio del historiador Manuel Vicente Magallanes.

“…El movimiento independentista de Venezuela se forjó de contradicciones sucesivas. Se predicaba obediencia en el momento en que debían rebelarse contra la usurpación. Se buscaban fundamentos jurídicos cuando debían construirse las bases de un Derecho. Se invocaban normas que debían ser sustituidas por otros principios. Se hablaba en susurro cuando se requería pronunciar las palabras en voz alta. Se dijo que paralizaba la acción en el instante en que debían asaltar las trincheras. Todo era prudencia, legalidad, moderación, rezago, cuando las circunstancias pedían arrojo, insurgencias, audacia y valentía… terminando todo con La Capitulación, tracciones y la frase: ¡Bochinche, bochinche, bochinche!

¿Cómo no repasar aquel cuadro a un cuarto del siglo XXI?

ardive@gmail.com

 

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