El rentismo hace imposible lograr que los cuatro pilares de la educación que plantea Unesco se hagan realidad en nuestro país mientras no superemos este estigma que nos caracteriza. Esta noble institución declara: “La educación ocupa un lugar cada vez mayor en la vida de los individuos a medida que aumenta su función en la dinámica de las sociedades modernas”. Una aseveración discutible en sociedades rentistas como la venezolana, como veremos a continuación.
El primer designio o pilar de la propuesta Unesco es “Aprender a conocer” combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos. Lo que supone, además, aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.
Este primer carácter de la educación “aprender a conocer” es un nivel definido como una posibilidad de combinación de una cultura general suficientemente amplia con la circunstancia de profundizar los conocimientos en un infinito número de materias vocacionalmente definidas o impuestas por la realidad económica.
En nuestro caso, conocer no es un requerimiento imprescindible en una sociedad conformada bajo el criterio rentista donde la riqueza no aparece como fruto de un dominio, unas capacidades o unas competencias. La riqueza rentista, cuyo receptor, en nuestro caso venezolano y propietario es el Estado y no la creación recibida por la institución propietaria del recurso. Esta circunstancia – rentismo- supone la preexistencia de una riqueza, no su creación, el imperativo dominante para compartir esta riqueza es estar cerca y conectado con el punto crucial desde el cual esa renta se decide repartir, se redistribuye.
Entonces el primer pilar como exigencia del proceso que para la Unesco es clave en el concepto educativo “conocer” no es un imperativo que se imponga en la educación de una sociedad rentista, no se traduce directamente en habilidades y competencias sino en algo muy distinto como es la circunstancia material de estar conectado, formar parte de una clientela de población designada como receptora. No son habilidades y destrezas cognoscitivas las requeridas sino algo muy distinto es la habilidad para estar conectado, entre nosotros se conoce popularmente con el mote “estar enchufado”. De allí que el primer imperativo del concepto educativo que propone Unesco como lo es “Conocer” tiene una significación distinta en un país rentista. No se trata pues de «Aprender a conocer».
El segundo imperativo de la propuesta educativa Unesco es “Aprender a hacer”, la cual supone la noción de lograr calificación para convertirse en una versión magistral del aprender a hacer como clave para el desarrollo de competencias. Ser parte de la noción simple de calificación a la de competencias. Esto supone la reconceptualización del trabajo como creador de riquezas, atender las complejidades del trabajo asalariado y las peculiaridades del trabajo en economías no estructuradas. Unesco los define de la siguiente manera: “Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional sino, más generalmente, una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes, bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia”.
Mirando el caso venezolano vemos claras las huellas del rentismo manifiestas por la amplitud, extensión del trabajo informal, diverso, de baja calificación y baja permanencia temporal, el trabajo es itinerante, cambiante, siempre experimental, se buscan parcelas de oportunidades que surgen en la cotidianidad no como ejercicio de sabidurías y competencias sino siempre tras la ruta de las necesidades circunstanciales que surgen de una cierta destreza o producto escaso de baja complejidad que pueda ser suplido con una buena dosis de imaginación y creatividad. Esto explica la predominancia del trabajo informal en Venezuela, cuyo requisito es más la imaginación y el chance de hacer algo que el dominio de una competencia “El trabajo por cuenta propia y emprendimientos no formales en economía privada popular (y media) es la principal fuente de empleo en el país. Suman cerca de 7 millones de personas. Muy por encima del empleo en el sector público y privado. Entre ellos se cuentan cerca de 300.000 «microempresas»; decenas de miles de concesionarios de mercados y sus «empleados», decenas de miles en mercados a «cielo abierto», comercio y servicios «puertas adentro» en conjuntos residenciales y en el barrio, arrendamientos de anexos y locales comerciales, autónomos en construcción, en servicios de peluquería y estética, transporte, docentes y profesionales por cuenta propia, asistentes en salud, entretenimiento, recreación, gastronomía, artesanos, vendedores en espacios públicos y ferias (buhoneros)”.
El tercer pilar de la propuesta educativa de Unesco es aprender a vivir juntos. Aprender a vivir juntos, aprender a vivir con los demás. El descubrimiento del otro. Tender hacia objetivos comunes.
En estos predios podemos decir que el rentismo es el peor maestro. Si el acceso a la riqueza o el bienestar se deriva no de conocer ni de las competencias sino del estar en el espacio exacto donde se efectúa el reparto de la riqueza. La noción de vivir junto, compartir, puede convertirse en un estado de intranquilidad y de fragilidad en la paz y de nula camaradería al ser derribado por otro objetivo, ubicarse en el lugar desde donde se reparte. Un lugar que no está vinculado como ya hemos visto con el conocimiento, con las competencias, sino estar en el preciso espacio donde se reparte, sin importar cuáles son los requisitos para entrar en esta carrera implacable que significa poder, ser beneficiado en el reparto.
Aquí podemos entrar en una discusión ética si nos atrevemos a preguntarnos ¿cuáles son los requisitos, las normas, los calificativos para poder participar en el reparto? ¿Quién califica a los participantes? Aquí surge una terrible sospecha, probablemente para calificar en el proceso de reparto quizás la exigencia imprescindible sea servir de plataforma, apoyar al que reparte, porque el repartimiento es una función no económica sino un simple ejercicio de poder político del repartidor. Reparte más y a su antojo quien más poder político tiene, poder repartir le concede un nimbo que alimenta su poder.
Pareciera que los pilares de la educación que propone Unesco están muy alejados de la práctica y teoría educativa de las sociedades donde priva el rentismo como elemento económico estructurador.
Hay un componente, quizás el más delicado por su ausencia, de toda la trama de la educación dominada por el rentismo, se trata del “aprender a ser”.
Definido de la siguiente manera “Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitudes para comunicar… Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo”.
De igual forma, los 4 pilares que propone Unesco no aparecen en el modelo de una sociedad rentista, tampoco aparecen las pistas o recomendaciones que propone para realzar una educación que enseñe a conocer, hacer, ser, poder vivir juntos en armonía, estos objetivos lucen como propuestas incompatibles con el rentismo o difícilmente realizables. Veamos:
La educación a lo largo de la vida se basa en cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser, recapitulando y repitiendo hasta el cansancio:
1. Aprender a conocer, combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo que supone, además, aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.
2. Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional sino, más generalmente, una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes, bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia. Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia -realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.
3. Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitudes para comunicar.
4. Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. En esa concepción deben buscar inspiración y orientación las reformas educativas, tanto en la elaboración de los Aprender a conocer combinando una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en un pequeño número de materias. Lo que supone, además, aprender a aprender para poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la vida.
Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una calificación profesional sino, más generalmente, una competencia que capacite al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes, bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.
Aprender a vivir juntos desarrollando la comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia -realizar proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos respetando los valores de pluralismo, comprensión mutua y paz.
Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria, razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitudes para comunicar… Mientras los sistemas educativos formales propenden a dar prioridad a la adquisición de conocimientos, en detrimento de otras formas de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. En esa concepción deben buscar inspiración y orientación las reformas educativas, tanto en la elaboración de los programas como en la definición de nuevas políticas pedagógicas.
En conclusión, sabremos cuándo habremos superado la condición de país rentista que define Asdrúbal Baptista de la siguiente manera: “Desde 1920, la economía venezolana descansa sobre una estructura cuyo principal determinante es la renta del petróleo. Cabe así hablar, para darle un nombre propio, de capitalismo rentístico. Con el apoyo primario de una definición operativa de la renta petrolera que permite la introducción de un nuevo concepto contable, el producto interno bruto no rentístico, aquí se buscar darle su caracterización cuantitativa en términos de ciertos indicadores especialmente relevantes, a saber: la relación entre el ingreso nacional y el producto interno neto, el tamaño relativo del empleo público, el desenvolvimiento de la tasa real de cambio, la relación consumo-ingreso, entre otros. De particular significación es la medida del desequilibrio en la crítica relación capital-producto, que marca el colapso del capitalismo rentístico”.
Quizás sea imprescindible vincular o explorar la relación entre la diáspora venezolana que ha significado una escapatoria de más del 20% de la población con el hecho de que en la economía y la política venezolana las posibilidades de conocer, hacer, ser y vivir juntos se han visto restringidas históricamente por el rentismo castrador. Indudablemente nos toca repensar la educación desvinculada del rentismo como la creación de individuos responsables, ciudadanos capaces de emerger en los conflictos. Esto supone obligatoriamente otro modelo educativo para los venezolanos. Es un reto del cual no podemos escapar ni escondernos. Hoy, al fin tendremos una gran oportunidad.