Aumento del presupuesto militar y recortes para los inmigrantes, los asalariados y la cooperación internacional. El “caso suizo” es emblemático de una Europa que apuesta más a las armas que a la solidaridad.
Aunque la hora de la verdad sobre el presupuesto de la Confederación Helvética para 2025 sonará en la primera quincena de diciembre en el debate en el Parlamento, las señales anticipatorias son preocupantes.
Cortes significativos a la cooperación y el asilo
La segunda semana de noviembre, la poderosa Comisión de Finanzas o Hacienda del Consejo Nacional (Cámara de Diputados) presentó sus propuestas. Su presidenta, la diputada socialdemócrata Sarah Wyss, anticipó el marco conceptual: “Hay que establecer prioridades”. Y para la realpolitik helvética, hoy por hoy, lo prioritario es la agricultura y la defensa; mayores subsidios para la producción rural y un reforzamiento significativo del gasto militar.
En ese sentido, la Comisión propone un suplemento adicional de 530 millones de francos anuales (casi 600 millones de dólares) para la defensa con la perspectiva de aumentar aceleradamente el gasto militar del 0,74% del Producto Bruto Interno en 2023 al 1% en 2030, no 2035, como originalmente sugerían algunos sectores. Esta acelerada carrera sin obstáculos exigirá 4.500 millones de dólares suplementarios para el rubro militar en los próximos cuatro años. De esta manera busca acercarse disciplinadamente a las directivas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Aunque Suiza no forma parte de la misma debido a su neutralidad, de todos modos siente la misma presión que el resto de Europa para que invierta en defensa y seguridad por lo menos el 2% de su presupuesto nacional.
En época de ajustes, el aumento presupuestario de ciertos rubros determina, automáticamente, el recorte de otros. Para la Comisión de Finanzas, con 16 de sus 25 miembros representando partidos de centro y de derecha, optar por “prioridades” no es un problema ético ni político. Pragmáticamente, la misma sugiere recortar 250 millones de francos anuales (casi 280 millones de dólares) del paquete que Suiza asigna a la cooperación internacional. Es decir, unos 1.120 millones de dólares para el próximo cuatrienio. Además, recortar el equivalente de 112 millones de dólares para la política migratoria y de asilo, 77 millones de dólares en concepto de salarios para el personal de la confederación y casi 40 millones de dólares de lo asignado al servicio diplomático en el exterior.
En lo que respecta al monto destinado a la cooperación internacional, el Parlamento envía señales contradictorias. En un principio, el Consejo de Estados (Senado de la Nación) se había pronunciado por no reducirlo. Sin embargo, y a pesar de la protesta de importantes Organizaciones No Gubernamentales (ONG) del sector del desarrollo y de una parte de la clase política contra cualquier recorte adicional, la mayoría de derecha en las dos cámaras presagia resultados nada optimistas para el Sur global.
Por su parte, el Consejo Federal (Poder Ejecutivo colegiado) propone destinar 12.300 millones de dólares para la cooperación durante los próximos cuatro años, la misma cantidad que en el presente. Sin embargo, unos 1.500 millones de esta cantidad serían para uso exclusivo en Ucrania, lo que de hecho implica una reducción significativa para los proyectos de desarrollo que Suiza sostiene en los países del Sur, en particular África y Asia. A partir del año próximo, el gobierno helvético descontinuará sus programas en varios países de América Latina y el Caribe, resultado de un proceso de concentración de recursos que penalizará a un continente históricamente prioritario para la solidaridad helvética.
Tensión política por el recorte a la cooperación
Paradójicamente, no todo es blanco y negro en la política de este país alpino. Los últimos días circuló una carta promovida por ex-parlamentarios de centro y derecha que se oponen a una reducción del presupuesto para la ayuda al desarrollo. “Estamos muy preocupados”, dicen en su carta dirigida a colegas actualmente en funciones. Este documento, del cual da cuenta la periodista y analista política Charlotte Walser en el cotidiano 24 Heures (24 Horas) el 13 de noviembre,ha sidosuscrito también por personalidades de círculos económicos, científicos y religiosos. Una reducción de la ayuda al desarrollo de esta magnitud, argumentan, provocaría el fin de proyectos exitosos y significaría que “más personas podrían sufrir enfermedades tratables, menos niños irían a la escuela y menos jóvenes podrían recibir formación”. Esto “pondría en peligro la reputación de Suiza y su posición especial en la diplomacia”, subraya la carta. En un mundo desgarrado por crisis, los recortes a la ayuda humanitaria tendrían el efecto de privar a quienes se encuentran en grandes dificultades de sus medios de supervivencia, todo lo cual “provocaría más inestabilidad, exilio y movimientos migratorios, incluso hacia Suiza».
Alarma ciudadana
Refiriéndose a la propuesta de recorte de la ayuda al desarrollo, Alliance Sud (Alianza Sur), la red de las principales ONG helvéticas para la promoción del desarrollo en el Sur, la considera parte de “una política financiera a costa de los más pobres”. La disminución de 280 millones de dólares anuales para la cooperación internacional, juntamente con la redistribución de fondos ya prevista para Ucrania, “tendría el efecto de retirar una cuarta parte de los recursos de los programas y proyectos existentes”. Su director, Andreas Missbach, argumenta que la decisión de recortar este rubro “envía una señal fatal [ya que] cualquier reducción adicional a costa de los más pobres pone en duda la cooperación internacional promovida por Suiza”.
El 14 de noviembre, Philippe Bach, redactor en jefe del cotidiano Le Courrier, afirmó en su editorial “El ejército en lugar de la solidaridad” que si el Parlamento adopta la recomendación de la Comisión de Finanzas, “el ejército contará con un plus de casi 600 millones de dólares el año próximo, sin que se describa muy claramente el destino de estos fondos”.
El freno al endeudamiento, señala Bach, exige que estas generosidades deban compensarse con ahorros, algo que en la jerga de la mayoría parlamentaria se denomina “fijar prioridades”. Para Bach, esta manera de proceder “forma parte de un retroceso nacionalista y de seguridad en detrimento de los más débiles”, lo que lo lleva a concluir que, para esa mayoría de la derecha política, “el clima, la transición energética, la solidaridad y la promoción de la paz no son prioridades”.
La respuesta ciudadana contra los recortes a la cooperación y el asilo toma forma y se amplía. Casi 18 mil personas adhirieron en los últimos días a la campaña digital “Suiza hace sonar la alarma”. Esta iniciativa argumenta que debido a que “la clase política quiere reducir masivamente los fondos de la cooperación al desarrollo, [lo cual es] profundamente anti solidario y afecta a los más pobres”, es necesario presionar al Parlamento y poner fin a estos drásticos recortes” (La Suisse tire la sonnette d’alarme).
Esta campaña “digital” interactiva hace posible que cualquier persona incluya un mensaje breve, incluso una foto si así lo desea. Más de un centenar de reflexiones ya enriquecen el sitio web de la campaña, la cual aspira a un mínimo de 20 mil firmas antes de que se inicie en diciembre el debate parlamentario sobre el presupuesto.
La campaña recuerda que, en su Estrategia de Cooperación Internacional 2025-2028, el Consejo Federal asigna a Ucrania un monto mayor que lo que Suiza destina en cooperación para el desarrollo en toda el África subsahariana. Y defiende la eficacia de la cooperación, muchas veces tan frontalmente cuestionada por sectores conservadores del país. Y argumenta que las ONG suizas colaboran diariamente con sus organizaciones asociadas en 130 países para ofrecer alguna perspectiva de futuro a las personas más marginadas. Siempre en pie de igualdad con la sociedad civil del Sur Global y la población local. Sus proyectos, apoyados no sólo por donaciones de particulares e instituciones, sino también por la cooperación oficial, están teniendo efectos considerables. En 2023 este apoyo permitió asegurar mejoras en las condiciones de vida de casi 15 millones de personas.
Armas en lugar de solidaridad: la tendencia reforzada de todo un continente que, con el pretexto de la guerra Rusia-Ucrania, promueve una acelerada militarización. Las víctimas directas de esta nueva ecuación tienen rostro negro, mestizo o moreno. El asilo y la cooperación internacional están en peligro. Una parte de la ciudadanía hace sonar, casi con desesperación, la alarma de la solidaridad humana.