Alicia Álamo Bartolomé: Vacío

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Una impresión profunda me causan los astronautas cuando los veo flotar en el espacio. Le tengo horror al vacío y he leído que la sensación que tienen ésos hombres y mujeres en estas naves espaciales es la de estar cayendo siempre sin gravedad, como eso que sentimos entre el sueño y el despertar, algunas veces, de caer en un vacío y uno se espanta. Admiro profundamente a estas personas que se someten a un fuerte entrenamiento para lograr resistir esta extraña sensación. Entrenamiento físico, psíquico y espiritual. Creo que, ni con éste, yo podría superar el horror.

La palabra vacío tiene siempre un significado negativo aunque la empleamos de mil maneras. Vacío está un vaso que no tiene líquido, un pote que no tiene el producto que esperábamos, un espacio que no tiene gente, como un estadio, como un teatro. Cuando uno entra a una sala vacía de teatro se tiene la impresión de una presencia ausente: el público. Impresiona. En ese vasto silencio se siente, sin sentirla, la vibración del aplauso.

Los científicos, sobre todo desde finales del siglo XVIII, han buscado reproducir el vacío en el laboratorio, en campanas de cristal. Lo han logrado, no sin antes una serie larga de estudios y complicadas ecuaciones, por decirlo de alguna manera, sin meterme en honduras de un conocimiento que no domino. Han llegado a lo que llaman el ”vacío quántico” que, francamente, no sé lo qué es.

Hay ese vacío que busca la meditación budista: vaciar la mente de la memoria de lo pasado y del presentimiento del futuro, concentrarse en el momento, el presente, para gozar su plenitud.

En la meditación cristiana, como en la budista, se vacía la memoria del pasado y del futuro, pero también del presente, para que el espacio vacío lo colme solamente Dios. Sólo Dios es plenitud.

En la vida común de la humanidad, esta se plantea muchos vacíos. Hay gente que dice, al final de su vida: He tenido una vida vacía, ni amé, ni fui amado(a), no triunfé en nada, no realicé mis sueños. ¿No será que soñaste más allá de tus posibilidades? Porque la felicidad consiste en aceptar la realidad. No por resignación, esta es una palabra muy fea, significa renunciar con dolor y la renuncia debe tener el sello de la aceptación gozosa. Si no puedes acatar esa realidad con alegría, entonces tienes que cambiarla. Hacer una revolución.

Hay jóvenes que ven en su panorama una vida vacía en su presente y su futuro. Tienen ambiciones, pero son incapaces de poner los medios para alcanzarlas. Consideran que la circunstancias del país deben dárselas. Es como esperar que los medios y posibilidades caigan del cielo. Se equivocan. El porvenir hay que labrarlo con entusiasmo y empeño. Sobre todo con perseverancia. Realizan sus sueños quienes trabajan obstinadamente para lograrlo.

Nos quejamos de una vida vacía y la culpa está en que no hemos sabido llenarla. ¿Y cómo se logra llenar este vacío? Primeramente, tomando conciencia de que no estamos solos. Formamos parte de una comunidad gregaria. Nos necesitamos unos a los otros y no puedo aislarme dentro la negatividad del egocentrismo. El ego es un vacío que atrae con fuerza centrípeta todo bien hacia el abismo de la soledad. El egocentrista niega a los demás y se consume en su aislamiento. Hay que salir de sí mismo, hay que entregarse a la otredad. Bonito y sugestivo el cuento árabe del Amante y el Amado, que he contado antes: Llegó el Amante a la puerta del Amado y tocó. -¿Quién eres? -Soy yo. -No te conozco. Y la puerta no se abrió. Esto se repitió con el mismo resultado. El Amante meditó y ayunó. Volvió y tocó. -¿Quién eres? – Soy tú. Y la puerta se abrió.

Darse totalmente a los demás, poner el yo en el tú. Vivir la solidaridad, la fraternidad, la misericordia. Sentir la responsabilidad de la misión encomendada, realizar el trabajo con entusiasmo y alegría porque hemos comprendido que con éste, por poco importante que parezca, ayudamos a construir la sociedad. Así se llenarán todos los vacíos que nuestra escasez de miras pudo inventar.

Millones de venezolanos han traspasado las fronteras de la patria y las siguen traspasando. Huyen del hambre, la falta de trabajo, la carencia de servicios básicos, de cuidados sanitarios, la inseguridad, la persecución, la cárcel, la tortura… ¡La diáspora! Si, por causa de la mentira.

Porque vivimos una gran mentira. ¿Cuál mayor que empeñarse en hacerle creer al país y al mundo entero que se ganaron unas elecciones perdidas? El querer perdurar en el poder no borra el evidente, probado y comprobado resultado del triunfo de la oposición con el 70% de los votos.

 

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