Las vicepresidencias han sido origen de conflicto e inestabilidad política en la historia reciente de prácticamente todos los países latinoamericanos. De los grandes países de la región, solo México y Chile no conocen la figura de la vicepresidencia en su sistema de gobierno. Se puede detectar una alta proporción de países con vicepresidencia cuyas dificultades políticas han sido causadas por este cargo. Los vicepresidentes no han cumplido su papel de sustituto del presidente y garante de la estabilidad política. El vínculo entre las figuras que concurren bajo una misma fórmula electoral ha empezado a resquebrajarse nada más tomar posesión de sus respectivos cargos. Hay indicios de que la falta de compatibilidad personal es un factor importante, así como cierto nivel de competencia por definir la línea política del proyecto político inicialmente acordado.
En otras ocasiones, las diferencias afloran a medida que avanzan en el ejercicio del poder, por diferentes motivos. En muchos casos, los vicepresidentes no logran garantizar la continuidad y la estabilidad política ante la ausencia del presidente, sino que se generan conflictos entre las personas que lograron convencer a los electores en las urnas como dupla. En América Latina no faltan ejemplos para demostrar la conflictividad que se puede generar entre las personas de máxima autoridad nacional, lo que pone en duda la existencia de una lealtad preexistente del vicepresidente ante la propensión de los vicepresidentes a ser candidatos presidenciales.
Los problemas en Ecuador
Un caso internacionalmente muy sonado fue la relación del presidente Lenín Moreno y su vicepresidente, Jorge Glas (2017-2018): Lenín Moreno asumió la presidencia en 2017 con Jorge Glas como su vicepresidente. A pesar de ser compañeros de partido y de haber formado parte del gobierno de Rafael Correa, Moreno y Glas tuvieron importantes discrepancias. Glas fue acusado de corrupción en el caso Odebrecht y suspendido de sus funciones, lo que aumentó la distancia entre ambos. Finalmente, en varios juicios, Glas fue condenado a ocho años de prisión, pero logró salir de la cárcel después de cuatro años gracias a un habeas corpus presentado. Ante nuevas acusaciones, se refugió en la sede de la Embajada de México, donde las autoridades ecuatorianas llevaron a cabo una incursión policial que terminó con la captura de Glas y la ruptura de las relaciones entre Ecuador y México.
A solo tres meses de las elecciones en las que el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, buscará renovar su mandato, este desplazó a la vicepresidenta, Verónica Abad, de su cargo. Tras su elección, Noboa la trasladó a Tel Aviv como «embajadora de paz». Recientemente, se había previsto su traslado a Ankara debido a la situación de seguridad, pero se demoró en hacerlo y Noboa la suspendió inicialmente y luego la destituyó. Esta decisión al parecer vulnera normas constitucionales debido a la legitimidad del cargo de vicepresidente, elegido por mayoría directa de los ecuatorianos. Más bien parece obedecer al interés del presidente de que su vicepresidenta pueda asumir su cargo durante el proceso electoral.
Javier Milei y su vicepresidenta
La pareja electoral de Victoria Villarruel y Javier Milei ya llamaba la atención por su carácter disparejo desde el inicio de su incursión en el ámbito electoral del año 2023. Que el presidente Milei asegure estos días que Villarruel «no tiene ninguna injerencia en la toma de decisiones» del Ejecutivo ni participa en las reuniones del Gabinete no debe sorprender. Por su parte, Milei ha reducido el papel de la vicepresidenta en su gobierno a un diálogo “meramente” institucional y ha manifestado su desencanto con su estilo político y su cercanía a la “casta”. Sin embargo, Villarruel, después de la ruptura anunciada por el presidente —aunque esta quede limitada a su función en la Cámara de Senadores—, aspira a una carrera propia más en la línea conservadora tradicional que quedó patente con sus posturas negacionistas del terrorismo de Estado durante la última dictadura (1976-1983).
Milei y Villarruel no son la única pareja presidencial que ha discutido públicamente durante su mandato. Un ejemplo es el expresidente Alberto Fernández y su vicepresidenta, Cristina Kirchner. A pesar de un comienzo tranquilo, su relación se enfrió considerablemente durante su mandato, debido a las críticas de Kirchner a la dirección del gobierno. Kirchner, a su vez, también tuvo un grave conflicto con Julio Cobos, que fue vicepresidente durante su primer mandato presidencial (2007-2011). Cuando Cobos, en su calidad de presidente del Senado, votó en contra de un proyecto de ley respaldado por el Gobierno, rompió así el empate en la Cámara Alta, lo que hundió la iniciativa y al mismo tiempo su relación con la presidenta.
Los arreglos institucionales que prevén que el vicepresidente ocupe un cargo en el Poder Legislativo y en otros participe de la gestión del Poder Ejecutivo, mientras también existe la posibilidad (como en el caso de Ecuador) de que quede limitado a la eventual sustitución, temporal o definitiva, del presidente, no parecen ser esenciales para explicar el alto nivel de conflictos con esta figura institucional. El grado de poder del vicepresidente no define la forma colaborativa o las actitudes de tensión o conflicto con el presidente, sino las competencias entre los proyectos personales que motivan las respectivas personalidades.