Paul Krugman: El capitalismo de amiguetes llega a Estados Unidos

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Estamos a finales de 2025, y Donald Trump ha hecho lo que dijo que haría: imponer aranceles elevados a los bienes procedentes del extranjero, y aranceles extremadamente elevados a las importaciones procedentes de China. Estos impuestos han tenido exactamente el efecto que muchos economistas predijeron que tendrían, aunque Trump insistiera en lo contrario: precios más altos para los compradores estadounidenses.

Pongamos por caso que ustedes tienen un negocio que depende de repuestos importados, a lo mejor de China, o de México, o de algún otro lugar. ¿Qué pueden hacer? Bueno, la legislación comercial de EE UU otorga al poder ejecutivo amplias facultades para el establecimiento de aranceles, entre ellas la capacidad de conceder exenciones en casos especiales. De modo que solicitan una de esas exenciones. ¿Se les concederá?

En principio, la respuesta debería depender de si el tener que pagar esos aranceles plantea dificultades reales y pone en peligro puestos de trabajo estadounidenses. En la práctica, se puede adivinar con toda seguridad que intervendrán otros criterios. ¿Cuánto dinero han aportado a los republicanos? Si celebran retiros de empresa, ¿lo hacen en campos de golf y complejos turísticos de Trump? No estoy haciendo conjeturas inútiles. Trump impuso aranceles considerables durante su primer mandato, y muchas empresas solicitaron exenciones. ¿Quién las obtuvo? Un análisis estadístico publicado no hace mucho halló que los negocios con vínculos republicanos, medidos por sus contribuciones a la campaña de 2016, tenían muchas más probabilidades de que se aprobaran sus solicitudes.

Pero eso fue solo un ensayo a pequeña escala de lo que podría estar por venir. Aunque todavía no tenemos datos concretos, las propuestas arancelarias que Trump presentó durante la campaña eran de mucho más alcance y, en el caso de China, mucho más elevadas que todo lo que vimos la primera vez; el potencial de favoritismo político será un orden de magnitud mayor.

Según tengo entendido, el término “capitalismo de amiguetes” se inventó para describir cómo funcionaban las cosas en Filipinas durante la dictadura de Ferdinand Marcos, que gobernó desde 1965 hasta 1986. Describe una economía en la que el éxito empresarial depende menos de una buena gestión que de tener las conexiones adecuadas, a menudo adquiridas haciendo favores políticos o financieros a quienes ocupan el poder. En la Hungría de Viktor Orbán, por ejemplo, Transparencia Internacional calcula que más de una cuarta parte de la economía está controlada por empresas con estrechos vínculos con el partido gobernante.

Ahora es muy probable que el capitalismo de amiguetes llegue a Estados Unidos.

Se han hecho muchos análisis del posible impacto macroeconómico de los aranceles de Trump, que, si son tan elevados como él ha dado a entender, serán gravemente inflacionistas. Sin embargo, podría decirse que, a la larga, su influencia corruptora será todavía más significativa. ¿Por qué los aranceles crean más posibilidades de amiguismo que otros tributos? Porque la forma en que funcionan con arreglo a nuestras leyes ofrece mucho margen para la aplicación discrecional. El secretario del Tesoro no puede eximir sin más a sus amigos del impuesto sobre la renta. No obstante, el presidente puede eximir de los aranceles a los aliados. ¿Y alguien cree realmente que el Gobierno de Trump será demasiado ético para hacer algo así? El propio Trump ha presumido de su capacidad para burlar el sistema; se ha jactado de que no pagar los impuestos que le corresponden le hace “inteligente”.

¿Serán los aranceles la única gran locomotora posible del capitalismo de amiguetes con el Gobierno entrante? Lo dudo. Si se piensa bien, los planes de deportación de Trump también ofrecerán muchas oportunidades para el favoritismo.

Algunos de los asesores de Trump, en particular Stephen Miller, parecen imaginar que pueden purgar rápidamente a Estados Unidos de los inmigrantes que entraron ilegalmente, capturando a millones de personas y poniéndolas en “inmensos centros de detención”. Sin embargo, incluso si dejamos de lado las cuestiones legales, esto es seguramente imposible desde el punto de vista logístico. Lo más probable es que veamos años de intentos dispersos de aplicación de la ley, con redadas en diversas empresas sospechosas de emplear a esos inmigrantes.

¿Pero qué criterios decidirán qué empresas se convierten en objetivos prioritarios de esas redadas y a cuáles dejarán en paz, exentas, de hecho, durante años? ¿Qué creen ustedes?

Y cómo no, hay más. Por ejemplo, Trump ha insinuado su disposición a quitar las licencias a las cadenas de televisión que, en su opinión, ofrecen una información desfavorable.

Si llega el capitalismo de amiguetes, ¿qué le hará a Estados Unidos? Evidentemente, será malo para la democracia, tanto porque ayudará a asegurar una gran ventaja financiera republicana como porque garantizará el apoyo abierto de las empresas a Trump, por mucho daño que hagan sus políticas. También enriquecerá a Trump y a quienes le rodean.

Más allá de eso, un sistema que recompensa a las empresas en función de sus conexiones políticas seguramente lastrará el crecimiento económico. Muchos intentos de explicar el pésimo historial económico de Italia a lo largo de la última generación atribuyen en parte los malos resultados al amiguismo generalizado. Según un estudio reciente, los regímenes populistas, ya sean de izquierdas o de derechas –regímenes que también suelen ser capitalistas de amiguetes– tienden a sufrir una penalización del crecimiento a largo plazo de aproximadamente un punto porcentual cada año.

El tiempo lo dirá. La evidencia da a entender que las reglas para triunfar en los negocios en Estados Unidos están a punto de cambiar, y no en el buen sentido.

Premio Nobel de Economía.

 

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