Los valores universales de amor, solidaridad y generosidad son fortalecidos con la llegada de la Navidad, aún cuando enfrenta tergiversaciones sobre su significado por quienes no comparten la festividad. Es un espacio para el reencuentro familiar, hoy trastocado por la distancia que genera la migración de millones de venezolanos, y otros porque los tienen privados de libertad. Hay quienes priorizan el lucro, engaño y especulación, con la pretensión de distraer su esencia, pero el momento mágico que ella representa le cierra la puerta a los caprichosos. Podría decirse que la vanidad encuentra en la natividad su talón de Aquiles.
Lejos de la comercialización, la Navidad encuentra su autenticidad en el recogimiento espiritual. El intercambio del regalo es símbolo del encuentro, cuyo gesto es el equivalente al te quiero sin hipocresía. Es el espíritu navideño el que embarga, llena, motiva y abre la luz de la esperanza. El ser genuino sale a relucir sin intermediarios. Lamentablemente, en las sociedades con crisis económicas se trastoca la cultura de los pueblos y la especulación hace de las suyas con los precios de los alimentos que son la sazón principal del plato fuerte en el momento. La hallaca se encarece y muchos no logran saborearla. Es la sensación de que unos pocos se benefician de las limitaciones de los demás. La responsabilidad moral y ética se deja a un lado y se abre la puerta al que todo lo quiere devorar. Sin otras opciones a las que el consumidor pueda recurrir, el camino le queda despejado a la especulación.
Los ciudadanos no sucumben ante el desencanto y dan impulso a muchas iniciativas comunitarias para llevar alegría a los necesitados. Desde el juego de pelotica de goma, con el hervido incluido, y el parrandón navideño se da entrada a significativa fecha. Pesebres se observan a granel en los pueblos y caseríos, ciudades y urbanizaciones. Es la comunidad quien se organiza, y aparece el burro de madera, la oveja de cartón, el niño de anime y arcilla. Los villancicos suenan en los hogares. Los encuentros deportivos abundan entre solteros, casados y divorciados. Las misas de aguinaldo es la madrugada más apreciada por jóvenes y adultos. Las caravanas con San Nicolas y los caramelos alegrando el toque de las sirenas y cornetas. Es la fiesta del lugar. Ese es el espíritu de la navidad. Es el compartir en familia, asumiendo que el vecino también lo es. Así se construye un entorno justo y humanizado.
La navidad es más que una fecha señalada en el calendario para indicar que un año se va y entra otro. Es un momento para reflexionar que, sobre los momentos más oscuros vividos, siempre va a prevalecer el amor y la esperanza. Esa luz ilumina el camino por el sendero de la hermandad, muy lejos de la avaricia, indiferencia y el egoísmo. Es un acto a la renovación de la fe cristiana al recordar el nacimiento del niño hecho Dios y de respeto a quienes tienen otras motivaciones o creencias. Bienvenida la Navidad.
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