Nuevo gobierno en los Estados Unidos y con él, inevitablemente, las preguntas acerca de su política internacional, lo que es lógico, dada la gravitación mundial de ese país cuyo PIB representa el 21,6%. Líder de las democracias, enorme geografía y la mayor fuerza militar del mundo.
De las orientaciones internacionales del Presiente Trump, tenemos pistas en su pasantía previa en la Casa Blanca, su discurso y en las designaciones que viene anunciando.
Prioridades domésticas como su idea para enfrentar la inmigración con deportaciones masivas, tienen repercusiones internacionales. ¿A dónde irán los deportados? Regresarlo a sus países implica acuerdos con éstos y con varios no tiene relaciones. Se sabe que es un crítico de la OTAN, la alianza defensiva del Atlántico Norte y que no simpatiza con la Unión Europea donde está el grueso de sus aliados. En el viejo continente inquietan sus opiniones sobre la invasión rusa a Ucrania, una guerra que ha prometido acabar rápidamente.
En el conflicto del Medio Oriente inflamado con el artero ataque de Hamas a Israel en octubre del año pasado que sigue en Gaza y en la frontera libanesa con Hezbollah, que amenaza con extenderse por la región hasta Irán y el Golfo Pérsico, para preocupación de los estados petroleros árabes, ha estado al lado del premier Netanyahu apoyándolo para que pueda “terminar el trabajo”. Sus escogencias para las embajadas en Naciones Unidas e Israel, apuntan hacia una colaboración muy estrecha y decidida con el actual gobierno de Jerusalén.
Un conflicto extendido en la zona incidiría en los precios del petróleo, con impacto en la economía mundial. Daría la impresión que eso interesa menos al nuevo gobernante de Washington, que busca acentuar la independencia de su país con relación al crudo extranjero, perforando más en su territorio, incluso usando petróleo de esquistos. La designación de Chris Wright en Energía así lo indica.
Trump ha sido reacio a la presencia militar norteamericana en el extranjero. Acordó con el Talibán, la salida de las tropas en Afganistán, caóticamente ejecutada a comienzos de la Administración Biden. Es escéptico ante el calentamiento global y reticente a las políticas internacionalmente acordadas para afrontar la crisis del medio ambiente, dos de los grandes asuntos de la agenda mundial hoy, tal y como lo acaba de subrayar en Rio de Janeiro el Cardenal Parolín.
Venezolanamente, su regreso al poder genera preocupaciones en algunos y optimismo en otros. Aquellas ya son materia prima para la propaganda oficial, con manipulaciones victimistas propias de la extrema izquierda que en eso se parece mucho al fascismo, mientras el optimismo en un sector de la oposición puede ser precipitado y perdóneseme, ligero. Con Marco Rubio en la Secretaría de Estado y Mike Waltz como Asesor de Seguridad Nacional, en la Casa Blanca, ambos políticos de Florida muy familiarizados con el tema venezolano, se pondrá a prueba la distancia del discurso parlamentario a la acción gubernativa.