El próximo domingo 15 de diciembre, se cumplirán 212 años del escrito de autoría del Libertador Simón Bolívar, denominado “memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un caraqueño”, conocido históricamente como el “manifiesto de Cartagena”, por haber sido redactado desde esa ciudad colombiana de la costa caribeña, luego de la pérdida de la primera República. Este documento constituyó una autocrítica a un conjunto de situaciones en las que él mismo se vio involucrado a partir del año de 1811, en relación al movimiento independentistas del país. Resulta útil recordar este documento, además, porque el pensamiento de Simón Bolívar, siempre será fuente de entendimiento de la política pasada, presente y futura. En tal sentido, podemos refrescar sus inmortales palabras en cuanto a que “la antigua Nueva Granada, hoy República de Colombia, no podía correr la misma suerte de Venezuela, esto es, la de ser dominada por una potencia extranjera”, ni actualmente, se agrega a su inmortal frase, por una ideología extremista que pueda desconocer en ambos países la lucha por la Independencia y menos aún el derecho de sus pobladores a vivir en libertad y con justicia.
Llega Bolívar a Cartagena de Indias, desde Curazao, a donde había escapado, luego de la inmolación de Ricaurte en san mateo; él mismo, se describió como “hijo de la infeliz Caracas”, que se encontraba en ruinas físicas, luego del terremoto de 1812 y en ruinas políticas, luego de la caída de la primera república, a pesar de haber sido consecuente con el sistema político liberal que se había proclamado y adoptado en Venezuela. Desde la ciudad heroica hace un llamado a toda la América para que, en el manejo de sus repúblicas, corrigiesen vicios como la falta de unidad y el irrespeto a la ley, expresados en conductas que se observaban desde sus gobiernos. Al respecto, Simón Bolívar, increpó por la mala formación que tuvieron durante la primera república sus gobernantes, dejó escrito al respecto, “los códigos que consultaban nuestros magistrados, no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno”, carecieron de pulso y timón firme para guiar al pueblo, no abordaron con seriedad los aspectos de más trajín gubernativo; entonces fueron la demagogia y la retórica “las que prometieron repúblicas áreas, con las que se alcanzaba una supuesta perfección política, lo que recibió fuerte crítica de Bolívar, pues la invocada “ perfectibilidad del linaje humano”, dio a entender que, todos los seres humanos no tendían a lo perfecto, ni siquiera a lo bueno.
Las repúblicas, según el Libertador, no debían ser tolerantes con el crimen o los delitos, pues el exceso de tolerancia era débil e ineficaz, la impunidad causaba que, las buenas obras, no se concretaran en la realidad, sino que se concibieran filosóficamente, donde cada quien pensaba o hacia lo que quería; y luego complementa, se dictaron leyes populistas, se tenía filantropía por legislación, lo que en estos tiempos modernos, también podemos apreciar cuando se dictan leyes para regalar bienes del erario público, que son gastos improductivos, no retornables al tesoro o hacienda pública de la Nación o los problemas se abordaban, pero no se resolvían. Hubo una subversión de principios, acotó Bolívar, que hizo que aquel orden social colapsara, lo que originó desdichadamente la impunidad de los delitos, cometidos descaradamente por los descontentos que no aceptaban el nuevo orden republicano, sobre todo los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en el país, para agitarlo políticamente y salvar de sanciones o condenas a quienes se atrevían a enfrentarse al movimiento independentista venezolano. El Libertador era partidario, según se deduce de sus palabras, de aplicar la pena de muerte contra delitos de lesa patria, sin embargo, la filantropía legislativa y judicial lo negaron y así lo dejó sentado él.
Modernamente si los gobernantes venezolanos de la década del año 90, hubiesen releído este documento, posiblemente habrían recordado el axioma de que la historia es cíclica, pues Bolívar en ese manifiesto, dejó constancia que, “a cada conspiración sucedía un perdón y a cada perdón sucedía una nueva conspiración que se volvía a perdonar”, porque la tradición era que los gobiernos liberales debían distinguirse por la clemencia. “Clemencia criminal la llamó, como la del 4 de febrero de 1992, que contribuyó más que nada a derribar la obra que aún no se había concluido” y que en estos tiempos jugó y juega un papel significativo en la demolición progresiva de la Democracia y de sus Instituciones. Así mismo, cuestionó Bolívar a las milicias militares, por ser incapaces de presentarse como defensoras de la libertad, con sentido de gloria. Las calificó de indisciplinadas, “que además de agotar las cajas del erario nacional, con los sueldos de la plana mayor, destruyeron la agricultura, alejando a los paisanos de sus lugares de origen e hicieron odioso al gobierno, que los obligaba a tomar las armas y abandonar a sus familias”, lo que en el siglo pasado se conoció como la recluta. El Libertador en sentido contrario, manifestó que, la lucha por la libertad, no requería de pago alguno, porque los ciudadanos deben ser soldados en la defensa de la patria.
Ayer, como hoy, la disipación de las rentas públicas, en gastos superfluos o suntuarios, producto del relajamiento moral existente, llevó a grandes pérdidas réntales, que obligó a la república a emitir papel moneda, sin tener reservas de ningún tipo. La aparición de este dinero, provocó un cambio brusco en las transacciones privadas que se venían efectuando, por lo que fue considerada una violación al derecho de propiedad, dado que, los objetos o las cosas, tenían un mayor valor, todo lo cual trajo como consecuencia que se le diera la espalda a la naciente república y se pidiera el auxilio español para terminar con esa situación económica y monetaria. Criticó Bolívar de la misma manera, como causa del derrumbe de la primera república al federalismo, sistema que la debilitó más y que, combinándose con el liberalismo, siguió las máximas exageradas de los Derechos del Hombre, que autorizó un marcado individualismo que hizo que se rompiera el pacto social, asumido en la Constitución de 1811, y se generara anarquía. Cada una de las siete provincias que fundaron la república, se enfrentaban al gobierno federal, ya que, pretendían sus mismos poderes y facultades; sin embargo, a pesar de todo lo dicho Bolívar, consideraba al federalismo como el sistema más perfecto, solo que el menos apropiado a los intereses de los nacientes estados.
Sugirió que, en la caída de la primera república pudo haber influido la “falta de un interés común de parte de las provincias de la naciente confederación, pues el Libertador señaló que, esa unión, lejos de socorrerla, le agotó sus caudales y pertrechos y cuando vino el peligro la abandonó a su suerte, sin auxiliarla con el menor contingente”. Con seguridad esa pudo haber sido una de las razones para crear, una Fuerza Armada dependiente exclusivamente del poder federal, pues el antecedente que registró Bolívar, lo que da a entender también, es que no hubo una fuerte cohesión como Nación. 212 años, se cumplen desde que Simón Bolívar advirtiera en este manifiesto que, las elecciones populares hechas por los intrigantes moradores de las ciudades, hacen que las votaciones se desarrollen con maquinaciones en beneficio de cierta o ciertas facciones, por lo que llegó a decir que “jamás se vio en Venezuela una votación libre y acertada”, que colocaba al gobierno en manos de hombres desafectos a la causa republicana, “ineptos e inmorales”, lo que con el paso del tiempo, parece reeditarse y, nuevamente la enunciada federación se queda en la letra constitucional, porque en la práctica, no han existido hombre probos, letrados y virtuosos como lo dijera Bolívar, para ejecutarla con sus especiales características en los últimos 25 años.