La gran historiadora económica, precursora del estudio de la brecha salarial de género, explica que ha tirado la toalla en el uso del término feminismo por las connotaciones que tiene en su país. Prefiere hablar de derechos de las mujeres. La economista estadounidense Claudia Goldin, retratada en su casa de Massachusetts en febrero de 2024.
Claudia Goldin (Nueva York, 78 años) ganó el Premio Nobel de Economía en 2023 en reconocimiento a sus investigaciones sobre la infrarrepresentación femenina y la brecha salarial de género, de las que ha sido precursora indiscutible. Se trata de la primera mujer que logra en solitario este importante reconocimiento. Historiadora económica, no deja de repetir que ella no es quien para adivinar el futuro, sino que se dedica a analizar todo lo que ha ocurrido y esclarecer los motivos. En 1990 publicó su hoy icónico Understanding the Gender Gap. An Economic History of American Women (entender la brecha de género, una historia económica de las mujeres estadounidenses, sin traducir al español), una obra que derribaba unos cuantos mitos sobre la desigualdad hombre-mujer en el campo profesional. No se tiene por adivina, pero a esta profesora de Harvard sí le gusta identificarse con la figura del detective.
El crecimiento económico, ha concluido, no es capaz per se de combatir la brecha. Tampoco la educación en exclusiva. La presencia de la mujer creció durante décadas al albur de su mejor formación y de los métodos de control reproductivo, que le permitieron retrasar la maternidad y desarrollar una carrera profesional. Pero las diferencias persisten, en gran medida, por los modelos de trabajo y los mecanismos de ascenso, que en la práctica favorecen al hombre.
El libro que ha publicado este otoño en español, Carrera y familia. El largo viaje de las mujeres hacia la igualdad (Taurus, 2024), aborda buena parte de esta evolución histórica a través de diferentes generaciones. La charla, por videoconferencia, tiene lugar días antes de las elecciones presidenciales de EE UU. La profesora aborda el voto femenino a Trump y confiesa su temor a las políticas que este quiere poner en marcha. Conocidos los resultados, rehusó volver a hablar de ello, pero poco importa, las tendencias que menciona han quedado de manifiesto.
Pregunta. Uno de los asuntos que ha cubierto es el presentismo como factor de desigualdad. Es decir, cuánto impacta que los hombres estén más disponibles que las mujeres para sus jefes. ¿El problema del sexismo está más presente en casa o en la oficina?
Respuesta. Bueno, es un espejo que sigue en casa. Las personas solo tienen 24 horas al día y, cuanto más tiempo pases en el trabajo, menos tiempo tienes para tu propio ocio o para los cuidados de un hogar o una familia. El tiempo no se crea.
P. En los últimos años vemos a las mujeres más y más dispuestas a luchar en las empresas por su tiempo para la conciliación y sus necesidades, pero muchas veces los hombres siguen más disponibles para atender imprevistos en la oficina, alargar su jornada… Es decir, mujeres que tienen muy claras sus reivindicaciones en el trabajo pero las cosas cambian en casa. ¿Está siendo más fácil dar la batalla de la igualdad en el ámbito profesional que en el hogar?
R. Ese es un punto interesante: si las mujeres no están usando en sus casas el poder de negociación del mismo modo que lo usan en las empresas. Creo que a veces tienen ataduras. Los dos miembros de una pareja pueden tener trabajos de alto salario y largas jornadas, o disponer de trabajos más flexibles. Pero, si hay niños, al menos uno de ellos debe estar disponible, de guardia. La pregunta es quién. Si hay una diferencia de sueldo muy grande en la pareja, uno de ellos tiene mucho poder de negociación. Lo que usted plantea es si una mujer dice: “Yo quiero ser la que pase más tiempo trabajando, quiero ser Kamala Harris”, ¿cuántos hombres van a adoptar el papel contrario? Otra forma de plantearlo es conseguir que las compañías cambien su política de ascensos. Esa es una solución mejor a pretender que cambie el hogar. Imagine que la decisión de sobre quién recae el empleo más exigente en una familia depende de una moneda al aire, que en el 50% de los hogares sea la mujer y en el otro 50% sea el hombre. Tampoco creo que sea la mejor solución, generará igualdad de género pero inequidad dentro de la pareja. Prefiero tener igualdad de género y también en las parejas.
P. En España hombres y mujeres tienen el mismo permiso de paternidad o maternidad y las seis primeras semanas son irrenunciables. ¿Cree que ese tipo de medida ayuda a cambiar el modo de vida?
R. Entiendo que así se consigue que los dos estén por igual en casa durante los primeros meses del nacimiento del hijo, pero hay mucho más tiempo que cubrir, los hijos no se van de casa hasta muchos años más tarde, así que no tengo claro que eso resuelva el problema. Es interesante preguntarse si una medida así puede cambiar las normas sociales de forma que los hombres pasen más tiempo con sus hijos. Muchas mujeres me cuentan que la clave no es tanto el tiempo que destinas a hacer las cosas, sino el hecho de que eres tú la planificadora. La que recibe los mensajes, la que sabe los horarios, el calendario, las citas médicas… Eso es mucha carga mental. Lo que usted plantea es interesante, es si hacer que el hombre necesariamente pase más tiempo con su hijos los dos primeros meses afecta a lo que hagan cuando estos tienen 6 o 10 años. No hay muchas evidencias de eso.
P. ¿Su instinto qué le dice?
R. Que hay que meter a las empresas en el equipo. Si estas no están y las personas que se cogen un tiempo fuera del trabajo son penalizadas de alguna forma, no conseguiremos demasiados resultados.
P. Estamos viviendo un cambio de ciclo político. En EE UU, a la ola de feminismo de 2017 le ha seguido una fuerte reacción machista. ¿Cree que esta tendencia puede perjudicar a la lucha contra la brecha salarial?
R. Deje que retroceda un poco en su pregunta. Yo no usaría la palabra feminismo, porque feminismo se ha convertido en una palabra muy fea en EE UU. Yo usaría la expresión derechos de las mujeres porque la gente lo malinterpreta, no sé si ocurre en España pero en EE UU la gente realmente no entiende bien lo que la palabra feminismo significa. El feminismo es simplemente la noción de que hombres y mujeres son iguales a todos los efectos, pero se acabó vinculando a un grupo más estridente en los años setenta. Eso fue hace mucho tiempo y hoy muchos que leen la palabra feminismo no tienen ni idea de lo que ocurrió entonces. Al margen de eso, lo que creo es que, cuando estamos en un buen ciclo, la gente tiene riqueza y siente que puede ir al supermercado y no se encontrará las cosas más caras que la semana pasada, es más generosa, tanto en términos de lo que dona como en cómo ve los movimientos alternativos. Y cuando se sienten agobiados reaccionan de forma visceral, atacan y se mueven a una posición más extrema. Podemos llamarla conservadora, patriarcal… Pero lo vemos en las encuestas: los hombres de menos formación e ingresos son los que reaccionan más.
P. Sus investigaciones han probado que el crecimiento económico y la brecha de género no están estrictamente vinculados, pero mucha gente sigue sosteniendo que la mejor manera de combatir la desigualdad es crecimiento y más crecimiento.
R. El crecimiento puede llevar, por ejemplo, a una mejor financiación para la educación, lo que en algunos lugares puede favorecer de forma desproporcionada a personas con menos recursos, mujeres o minorías. Antes de abordar cualquier aspecto de la brecha de género y el crecimiento debo entender por qué existe esta brecha. Si creemos que se produce porque las mujeres son apartadas a empleos de bajo escalafón, tal vez el crecimiento logre algo al respecto. Si pensamos que es porque dan un paso atrás ante los puestos más exigentes con su tiempo, el crecimiento no logrará gran cosa.
P. La inteligencia artificial va a cambiar el mercado de trabajo, ¿qué efecto puede tener en la brecha salarial?
R. No predigo el futuro. Nadie puede responder a esa pregunta de forma adecuada. La IA va a afectar a diferentes empleos en distintas formas que ni siquiera sabemos ahora mismo. Podemos pensar en cómo afectará en el campo legal o la medicina, pero cómo va a afectar al dependiente de una tienda o a una peluquería…, no tengo ni idea.
P. ¿Cómo contempla las elecciones de Estados Unidos, qué repercusión cree que pueden tener en los derechos de las mujeres o la igualdad salarial?
R. Vivimos un tiempo que, de alguna forma, da miedo. Aunque, por otra parte, podemos mirar atrás y decir que hemos sobrevivido, que sea quien sea quien dirige el país, no importa tanto. Estas elecciones dan miedo. Dejando al margen asuntos como el aborto o el acoso, Trump y quienes le apoyan quieren reducir el tamaño del Gobierno. Yo no dependo mucho del Gobierno, más allá de usar carreteras, puentes y el Ejército, la Policía o los bomberos. Hay gente que no entiende que el Gobierno existe por algún motivo. Me explico: no tengo claro que entienda todo lo que Trump dice que quiere hacer, va por donde sopla el viento. Pero algunas cosas pueden hacer mucho daño a quien tiene menos recursos. Que un grupo conservador diga cosas como que hay que acabar con el Departamento de Educación, que hay que cerrar bibliotecas o cambiar la sanidad es sencillamente peligroso. Yo vivo en una burbuja, personal y geográfica, pero no todo el mundo vive en burbujas privilegiadas y estas personas me preocupan.
P. ¿Por qué diría que tantas mujeres votan a Trump?
R. De veras que no lo entiendo. Hay gente recelosa de muchas cosas y Trump les ha dado la licencia para ser recelosos. Recelan de los progresistas aunque son ellos mismos quienes se beneficiarían de sus políticas. Puedo entender a quienes son conservadores desde el punto de vista religioso o de los valores familiares. Consideran a los demócratas y a los más progresistas de EE UU una parte del país que esencialmente se va al garete. De acuerdo, puedo entenderlo.
P. Usted dijo una vez que el XX era el siglo del capital humano en EE UU. ¿Podemos decirlo también del siglo XXI?
R. Continúa, desde luego. El XX fue el siglo de EE UU, el país fue la primera nación en decir que había que educar a las masas. Cuando se habla de masas hay que matizarlo un poco, a menudo esas masas excluían a los negros, que era la principal minoría de la nación. Pero EE UU educó a las masas más que ningún otro país. Otros se pusieron al día muy rápido en los años setenta y ochenta, como por ejemplo, Corea del Sur. Muchos países se dieron cuenta de que la riqueza de una nación no depende solo de sus recursos naturales y su capital, sino de su capital humano. De otro modo, Singapur o Hong Kong serían lugares enormemente pobres. Pero, de nuevo, yo no hago predicciones de futuro, soy una historiadora económica, se me da muy bien el pasado.
P. ¿Y cuán optimista es usted sobre este momento de la historia? Teniendo en cuenta todo lo que hemos comentado.
R. Hay más cosas que la guerra de los sexos. Cuando pienso en términos de pesimismo u optimismo, lo que más me preocupa es el calentamiento global. Soy más optimista con la batalla de los sexos, de otro modo no haría lo que hago. Una de las cosas en las que me he involucrado es en el deporte. He sido asesora de la asociación de jugadoras de la liga de baloncesto, están negociando un nuevo convenio. Cuando comenzó el baloncesto femenino profesional, solo se le dio una pequeña porción de todo ese universo, pero ahora se han convertido en algo mucho más grande y por eso deben pasar a ser algo más grande. Se han vuelto populares. Si cree que los 83 céntimos que ganan las mujeres por cada dólar que ganan ellos es poco, imagine a una jugadora de baloncesto que gana céntimos por cada dólar de ellos.
El País de España