Más de 900.000 personas han abandonado Nicaragua desde 2018 por la persecución política, la crisis económica o los destierros. En un país de un poco más de seis millones de habitantes, casi cada familia tiene un ser querido ausente. Un grupo de presos políticos nicaragüenses desterrados a Guatemala, el pasado septiembre.
Familias rotas por una dictadura: la Navidad recrudece el trauma de la separación entre los nicaragüenses
Antes de la última semana de noviembre, la familia de Marcos estaba entusiasmada con el viaje que iban a realizar a Costa Rica. Ya casi teníamos las maletas listas para ir a pasar la Navidad allá, con él… Ya teníamos los pasajes del bus para salir desde Managua, dice uno de los integrantes del nutrido clan. Pero los planes se vinieron abajo, de súbito, cuando el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ordenó al Parlamento sandinista aprobar una reforma a la ley de Migración y Extranjería que legalizó una práctica que llevaban ejecutando de facto desde 2021 por razones políticas: las negativas de entrada o salida de ciudadanos y residentes extranjeros a Nicaragua, ahora acompañadas de penas de cárceles y multas en dólares.
La verdad es que nos invadió el terror. Nosotros tenemos nuestra vida hecha en Nicaragua y exponernos a ir a la cárcel por salir o que nos prohiban regresar a Nicaragua es un riesgo que, como familia, decidimos no correr… Aunque el pesar nos friega mucho emocionalmente, porque tenemos casi dos años y medio sin verlo, desde que se exilió en Costa Rica por la persecución en su contra, narra a EL PAÍS uno de los familiares de Marcos, quien pide total anonimato para evitar represalias. Marcos es un opositor a la pareja presidencial y tampoco se llama Marcos, es un seudónimo que también solicita por seguridad.
Duele no poder abrazar a mis hermanas, mis sobrinos, a mis primos, a mi madre otra Navidad. Habíamos decidido el viaje con sigilo, porque el Gobierno se ensaña contra familiares de opositores exiliados, pero decidimos asumir el riesgo porque es demasiado tiempo sin vernos. Pero cuando vimos que aprobaron esa reforma migratoria, con penas de hasta seis años de cárcel contra quienes cometan supuestamente el delito de menoscabo a la integridad nacional o terrorismo, es decir, contra quienes le plazca a la dictadura, abortamos el plan, porque el riesgo se fue por las nubes. Y nos enteramos de que la vigilancia se reforzó en la frontera de Peñas Blancas y en los puntos ciegos de paso [irregulares], relata Marcos a EL PAÍS una tarde de vientos recios, decembrinos, en San José, donde vive exiliado.
El relato de la familia de Marcos, agravado por la reforma migratoria, se puede aplicar de alguna manera a las familias de más de 900.000 nicaragüenses que desde 2018 han huido por la persecución política, la crisis económica o los destierros impuestos por la pareja presidencial, como el más reciente ocurrido a la monja Azucena Bracamonte Valle. Después de cinco años en Roma, la religiosa volvía a Nicaragua a pasar vacaciones navideñas con su familia, pero en México, donde hizo escala hace cinco días, la aerolínea le notificó que las autoridades migratorias le negaron el ingreso a Nicaragua por cometer traición a la patria.
Nicaragua sufre el éxodo más grande de su historia
En la víspera de Navidad y Año Nuevo, sobre todo en círculos de exiliados y desterrados políticos en distintos países, la misma queja se comparte en las últimas semanas: planes familiares cancelados. Reencuentros torpedeados por la represión de Ortega-Murillo, cuya garra nunca deja de crecer. En un país de poco más de seis millones de habitantes, casi cada familia tiene un ser querido –o conoce a un amigo– que se ha ido del país. Sobre todo jóvenes, según cifras de organismos internacionales que contabilizan un fenómeno migratorio y político que el grupo opositor Concertación Democrática Nicaragüense Monteverde califica de la siguiente manera: que Nicaragua sufre el éxodo más grande de su historia.
Diciembre es un mes de tradiciones y unión familiar que para muchos nicaragüenses se transformó en la época más dolorosa del año. María Laura Alvarado @Alvarado10ML de la @cdnicaraguense, relata cómo la crisis sociopolítica separó familias y hace que la Navidad se viva diferente,… pic.twitter.com/067Qrhe63p — Concertación Democrática Nicaragüense (@CDNicaraguense) December 16, 2024.
Familias separadas por una dictadura, dicen a EL PAÍS integrantes de Monteverde, quienes también sufren la separación familiar por motivos políticos. En ese sentido, este grupo opositor –uno de los principales entre los críticos organizados contra la pareja presidencial en el exilio– lanzó la campaña Cada vida nos cuenta una historia con el propósito de visibilizar ese drama íntimo que no suele contarse y que queda oculto debajo de los vaivenes políticos.
Después del mes de mi cumpleaños, diciembre es uno de los meses más bonitos del año, quizá porque lo asociamos a la familia que nos vio crecer, dice la joven María Laura Alvarado, integrante de Monteverde y exiliada en Costa Rica. Desde 2018, las tradiciones de navidad de los nicas y las reuniones familiares se han visto afectadas por culpa de la dictadura Ortega-Murillo. Son miles de familias que no han pasado con sus familiares navidades como esta de 2024, cuando 46 personas siguen presas por razones políticas.
Los integrantes de Monteverde exploran en su campaña las aristas de la separación familiar y recaban esos testimonios, dicen, para contribuir a la construcción de la memoria histórica de los sentimientos y añoranzas de los nicaragüenses afectados por la separación familiar, en especial en esta época de celebración y tradiciones. Seis millones cargamos el peso de la separación familiar y sufrimos la ausencia de al menos un ser querido, insisten.
Esta historia se repite en miles de familias nicaragüenses separadas por la represión, el miedo o la necesidad de sobrevivir, pero la esperanza no se apaga, el sacrificio de quienes hemos partido, de los que aún luchamos dentro y de los que esperamos con ansias el… pic.twitter.com/7nfybtbLp4 — Concertación Democrática Nicaragüense (@CDNicaraguense) December 11, 2024
Juan Sebastián Chamorro, excarcelado político y quien fue uno de los precandidatos presidenciales arrestados por los Ortega-Murillo, supo lo que es pasar en una prisión alejado de su familia en navidades, ya que no les permitían verlas. El pueblo nicaragüense sufre con la separación familiar y esta navidad debe recordarnos que el futuro que debemos construir para Nicaragua debe ser de fe, alegría, esperanza y reencuentro para todos los nicaragüenses, asegura el opositor.
Sin embargo, en la Presidencia sandinista eluden los reclamos opositores y, en cambio, la copresidenta Rosario Murillo ofrece otra visión en sus monólogos televisivos: Esta semana nos conduce al viernes, para las vacaciones de Navidad y Año Nuevo; la unión de las familias en esos días festivos, cuando agradecemos tanto al padre celestial, a nuestro niño Dios, que nos da la fuerza, nos trae la fuerza, más fuerza, más bendición, dijo este 16 de diciembre. Cristo Jesús nos dice: la paz les doy, la paz les dejo. ¿Y cuál es nuestro deber? Conservarla, restaurarla, porque en paz, todo crece, todo podemos; vivimos seguros, tranquilos, con el derecho garantizado, de trabajar y prosperar, planteó Murillo.
Cuando le muestro a Marcos lo que Murillo dijo en tevé, el hombre se encoge de hombros y responde: Es el cinismo mayúsculo de esa mujer. Ella y Daniel Ortega son los mayores destructores de la familia nicaragüense. Y mientras haya dictadura, seguiremos atravesando navidades separados, golpeados. El espíritu de venganza de esos dos es tal, que ya no basta encarcelar y quitar nacionalidades, sino que nos impiden reunirnos con los nuestros. Es una maldad escalofriante.
El País de España