La ciencia da algo de razón al mito del frío y el catarro. Un estudio revela que las bajas temperaturas disminuyen la producción de unas diminutas bolsas en la nariz, que son la primera línea de defensa del cuerpo humano frente a los virus respiratorios. Una mujer suena la nariz de un niño mientras caminan en medio de la nieve.
La sabiduría popular a veces encierra grandes enseñanzas, pero también mitos que se perpetúan por sesgos como el de confirmación, como los que nos llevan a pensar que siempre llueve después de lavar el coche; esos sesgos lastraban los métodos tradicionales de predicción del tiempo. Y cuando el tiempo viene gélido, nunca falta el clásico consejo: Abrígate, que te vas a resfriar. Todavía hoy es muy frecuente achacar un resfriado o una gripe a haber salido de casa con poca ropa de abrigo. Pero, ¿es así? ¿Tiene algo que ver el pasar frío con nuestras enfermedades típicas del invierno?
Un frío intenso puede provocar hipotermia o síntomas de congelación, pero hoy sabemos que todas las enfermedades respiratorias invernales son producto de una infección, principalmente vírica: no cogemos frío, sino que cogemos un virus. Hay más de 200 virus diferentes que pueden causar un resfriado, repartidos entre rinovirus, adenovirus, enterovirus y coronavirus, a los que se añaden distintos tipos de virus de la gripe y otros como el virus respiratorio sincitial (el de la bronquiolitis en los bebés) o el de la covid. Incluso con los test que se han popularizado a raíz de la pandemia de 2020, lo más probable es que no lleguemos a saber qué virus en concreto es el responsable de nuestros síntomas.
¿Qué relación tiene el frío con el catarro y la gripe?
Siendo así, podría parecer que la cuestión está zanjada, y que el consejo de las abuelas no se sostiene con la ciencia actual. Pero la realidad es algo más complicada; tanto que los científicos no tienen todas las respuestas todavía. Si los virus existen siempre, a lo largo de todo el año, ¿por qué los resfriados y gripes nos acosan sobre todo en invierno? ¿Es el frío o hay algo más?
¿Apiñados en espacios pequeños?
Todavía es frecuente encontrar la razón que tradicionalmente se ha esgrimido para explicarlo: cuando llega el frío, se ha dicho siempre, nos recluimos en espacios cerrados donde estamos en contacto más estrecho unos con otros, en ambientes cálidos y a menudo mal aireados. La pandemia nos ha enseñado la importancia de la ventilación, el distanciamiento y las medidas de protección. Esto dejaría el abrígate como un consejo inútil, si en realidad donde cogiéramos una gripe o un resfriado fuese en interiores.
Pero hoy los expertos tienden a desechar o minimizar este argumento. Que la estacionalidad de las enfermedades es algo mucho más complicado es algo de lo que puede dar fe Micaela Martínez. Durante sus trabajos en la Universidad de Columbia (EE UU), esta ecóloga de las enfermedades infecciosas estudió el calendario epidémico de casi 70 de ellas, incluyendo ejemplos tan variados como la polio, la gonorrea, la tuberculosis o el sarampión. Y, curiosamente, en todas ellas Martínez encontró diferencias estacionales, aunque sin seguir el mismo patrón: conocemos el caso de la gripe y los catarros en invierno, pero la varicela crece en primavera y la gonorrea a comienzos del verano, antes que la polio.
No parece que nuestros hábitos estacionales basten para explicar todos estos casos. Hay múltiples procesos y factores que pueden dirigir la estacionalidad de las enfermedades infecciosas, señala Martínez; pueden depender del patógeno, el huésped y el entorno. Entre estos factores, añade la experta, tiene un papel nuestra fisiología, que puede hacernos más susceptibles en ciertas estaciones. El sistema inmune puede variar a lo largo del año, aunque no se trata de una simple bajada de las defensas en invierno, como pretende la publicidad de ciertos productos.
La respuesta inmunitaria se compone de infinidad de procesos y mecanismos que pueden comportarse de manera distinta según la época. Y en el caso de resfriados y gripes, el hallazgo de un grupo de investigadores, de las universidades estadounidenses de Harvard y Northeastern de Boston, aporta una pista valiosa.
El frío, pero en la nariz
Los virus respiratorios entran por la nariz, y ahí encuentran la primera línea de defensa del organismo: las células nasales producen unas diminutas bolsas llamadas vesículas extracelulares, recubiertas de receptores capaces de unirse al virus y rellenas de unas moléculas llamadas microARN con actividad antiviral. Estas vesículas se liberan al moco que recubre el epitelio, donde capturan y matan los virus antes de que estos puedan infectar las células. Lo que los científicos descubrieron es que, cuando el tejido nasal in vitro se expone a temperaturas en torno a los 4 °C, la producción de vesículas se reduce un 42%, y las que se liberan llevan solo la mitad de microARN y la tercera parte de los receptores.
Este es el primer mecanismo biológico que vincula de forma cuantitativa la temperatura con descensos específicos en la inmunidad viral innata, destaca el codirector del estudio Benjamin Bleier, otorrinolaringólogo del hospital Massachusetts Eye and Ear y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard. Como otros expertos, Bleier cuestiona la explicación tradicional de las reuniones en espacios cerrados y pequeños para explicar los picos estacionales de catarros y gripes: Estudios epidemiológicos han mostrado que simplemente reunirse en grupos no resulta en mayores tasas de infección viral [en invierno con respecto a otras estaciones].
Bleier admite que hay otros factores adicionales que pueden contribuir. Distintos estudios han propuesto que el clima no solo puede condicionar otros mecanismos de nuestra inmunidad, sino también la fortaleza de los virus; por ejemplo, el de la gripe aumenta su capacidad infectiva con el tiempo frío y seco del invierno. Lo explica así Martínez: Tenemos un dibujo bastante claro de los condicionantes de las infecciones invernales, pero es complejo, con matices y geográficamente específico; no hay una respuesta de talla única, y eso es lo prodigioso de la ecología de las enfermedades.
En resumen, ¿dónde queda el tradicional consejo de abrigarse frente a catarros? La conclusión sería que hay varios factores que hacen del invierno una época de mayor riesgo. Pero Bleier subraya que lo más importante es el aire que inhalamos: Como me gusta decir: llevar un abrigo en la nariz sí ayudaría.
El País de España