Al cierre de este 2024, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele,debería estar feliz e ilusionado de cara al 2025. Todo apunta a que, al igual que este año que se va, el que viene será próspero para él.
Bukele cierra 2024 habiendo superado uno de los obstáculos que más le estorbaba: la Constitución de El Salvador, que juró defender cuando asumió su primer periodo como presidente en 2019. Lejos de defenderla, violó cuatro de sus artículos para ir a las elecciones de febrero de 2024 y reelegirse con más del 80 % de los votos.Hasta 2029 -cuando menos- seguirá siendo el presidente de un país que, pese a estar desde hace 33 meses bajo régimen de excepción, sigue adorándolo. No es una exageración: en su última encuesta, realizada a mediados de 2024, el Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, que ha sido crítica de sus gestiones, reveló que el 85 % de la población apoya el régimen que tiene a más del 3 % de los salvadoreños tras barrotes. El 50 % de los encuestados cree que un régimen autoritario puede ser mejor que uno democrático. Su nota promedio fue de 8,28.
Pese a tener a varios de sus funcionarios en las listas de corruptos de Estados Unidos, pese a las decenas de casos de corrupción que han sido evidenciados por la prensa nacional en los últimos años, pese a la total opacidad y falta de información pública, pese a los decretos que reservan toda información importante, incluidos los juicios a los más de 87.000 capturados del régimen, el idilio de Bukele con su población está vigente en estas fiestas de fin de año: solo un 1,8 % vio la corrupción y la falta de transparencia como un problema. Solo un 0,6 % cree que es un problema la acumulación de poder del hombre que controla todo el poder en El Salvador.
Al cierre de este 2024, Bukele puede cantar a viva voz aquella estrofa festiva de la cumbia compuesta por el colombiano Crescencio Salcedo en 1953. Dice así: “Yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas”. Después de eso, Bukele puede brindar con ilusión por el año nuevo.
El 20 de enero de 2025, a sus 78 años, Donald Trump asumirá una vez más la Presidencia de Estados Unidos, convirtiéndose en el primer mandatario de ese país en haber sido condenado penalmente por el sistema judicial. Más música para los oídos de Bukele, que profesó total devoción a la candidatura del hombre que le dio su periodo más cómodo de cara a la Casa Blanca. El día de la elección en Estados Unidos, Bukele fue el primer presidente en felicitarlo públicamente desde su cuenta de X, y algunos de sus diputados ya se burlaban en sus redes de los periodistas críticos diciendo que, como si fueran pandilleros, estaban temblando en sus casas porque entendían que ahora Bukele tendría el apoyo del norte.
Cuando el exembajador de Trump en El Salvador, el coronel retirado Ronald Johnson, dejó el país en enero de 2021, Bukele lo condecoró con la medalla de la Gran Orden Francisco Morazán, que creó días antes para entregársela, y le llamó “amigo”. Meses después, en noviembre de ese mismo año, tras la entrada del demócrata Joe Biden a la presidencia, su representante Jean Manes, dejaba la embajada en El Salvador anunciando “una pausa” en las relaciones diplomáticas y comparando a Bukele con el dictador venezolano Hugo Chávez. El Departamento de Estado ya había agregado a varios funcionarios de Bukele en la Lista Engels de actores corruptos, incluyendo a los que lideraron la negociación de su administración con las pandillas salvadoreñas, que terminó en marzo de 2022, con el inicio del régimen de excepción. La Fiscalía de Estados Unidos dedicó varias líneas a ese pacto con criminales en su acusación contra los cabecillas de la Mara Salvatrucha-13 que se dirime en un juzgado de Nueva York.
Pero Trump está por volver y ya perfiló sus intenciones al nominar como fiscal general de Estados Unidos al excongresista de Florida Matt Gaetz. Gaetz ha visitado en un par de ocasiones a Bukele y dijo que era un ejemplo a seguir en la lucha contra el crimen. Bukele, en respuesta, le llamó “amigo”. Gaetz se apartó de la nominación después de que surgieran acusaciones en su contra por mantener relaciones sexuales con una menor de edad. Pero las intenciones son claras, y la nueva nominada es Pam Bondi, también de Florida, y defensora leal de Trump. No es absurdo pensar que con este mapa las menciones de Bukele y su pacto con pandillas en el juicio de Nueva York vayan a ir pasando a un tercer plano, por no decir que fuera de cualquier plano.
La revista Cosmopolitan hizo hace poco su lista de frasecitas para el año nuevo. Con la llegada de Trump al poder, Bukele bien podría escoger una. Digamos, esta: “Si no pudiera compartir este camino a tu lado, no sería lo mismo. Feliz 2025”.
Por si fuera poco, todo apunta a que Bukele ha cedido en su política de Bitcoin, retirándolo como moneda de curso legal y reduciéndolo a moneda de uso voluntario, y con ello ha cumplido con el requisito fundamental que el Fondo Monetario Internacional necesitaba para lanzarle el salvavidas económico que el salvadoreño busca desesperadamente desde 2021: un préstamo de 1.300 millones de dólares.
Ha sido un buen año para Bukele. Se reeligió en el poder, como no lo hacía nadie en El Salvador desde el general y masacrador de indígenas Maximiliano Hernández Martínez, en los años 30. El futuro se ve limpio para él: para controlar cualquier decepción popular, sigue teniendo su régimen de excepción; para contener su desprestigio internacional por casos de corrupción y violación de Derechos Humanos, tiene la posibilidad de acudir a Trump; para ilusionarse, el préstamo del FMI.
Bukele brindará a gusto esta noche vieja. No así los cientos de familiares que tienen a sus parientes presos injustamente, sin ninguna vinculación con pandillas más que escuetos informes policiales que dicen que mostraron “nerviosismo”; no así el casi millón de salvadoreños, en un país de 6,5 millones de habitantes, que está al borde de la hambruna. Esa gente ni brindará ni estará a gusto esta noche vieja.