Unos señalan como una rumia la repitencia de la historia. Otros, entre ellos me cuento, consideran la imposibilidad de tal repitencia, al menos no de manera absoluta. Otros tiempos, otros personajes, permiten entender que episodios parecidos no son exactitudes. Allá los esotéricos y los creyentes en magias blancas o negras.
Pero… Hace 67 años ya, un quince de diciembre, se llevó a cabo un plebiscito en Venezuela. El dictador de turno -cuyo turno le duró poco más de un mes después de aquello- esquivó las elecciones en las que se sabía perdedor de ante mano. Una trama política unitaria lo tuvo contra las cuerdas del ensogado.
Había también hecho una Constitución a su ancha medida. Había sido cruel con sus adversarios, con muertos y presos políticos por doquier, como bien relata el “libro negro”, tan cuidado por su editor y sus realizadores, como la joya que era a la que la dictadura no debía dar alcance. Perseguía, espiaba, hacia huir del país a los que consideraba sus enemigos, imponía censura, que incluyó el cierre de obras de teatro con contenido adverso desde el punto de vista político, proscribió partidos políticos y trató de exterminar a sus líderes, del modo que fuera. Creo que no estuvo vinculado al narcotráfico, todavía no muy en boga por aquí.
Sin embargo, ante el asomo de las elecciones no se las robó, hizo trizas también la Constitución y cambió esas por un plebiscito general, sí o no. Evidentemente “ganó” el sí indemostrado. Pero el NO de toda la sociedad venezolana y buena parte de la internacional -no de las espadas- contuvo sus deseos de perpetuidad. Decía un autor de teatro que las construcciones fueron rellenadas con osamentas humanas. Una imagen para dar cuenta del lucimiento del cemento a cuenta de vidas destruidas. La Carta pastoral de monseñor Blanco, daba también cuenta de la situación laboral extrema.
Vino enero. Los aviones y sus anuncios, los barquitos y sus anuncios, la calle y sus anuncios. Eso fue ya en 1958. Después llegó , no sola, la democracia. A 67 años de aquel plebiscito, es bueno rememorar la historia. Un profesor de la USB, José Alberto Olivar, recién ingresado a la Academia de la historia, precisamente, señala que “…La caída de la dictadura se hizo inevitable”. Los invito a revisar el trabajo completo. Finalmente una pregunta: ¿La historia se repite?