Manuel Barreto Hernaiz: Deux ex machina

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La Providencia ayuda a quienes ayudan a los demás. Rudyard Kipling.

Para los psicólogos, la desesperanza aprendida es una especie de convicción presente en algunas personas, para las cuales resulta inútil, o es imposible cambiar la realidad y que independientemente de las acciones que emprendan para cambiarla, las cosas se quedarán como están. “No se puede hacer nada”, “hagas lo que hagas siempre será lo mismo”, “no hay salida…”, estos pensamientos son propios de la desesperanza aprendida.

Esta sensación aparece cuando, por un motivo u otro, la persona sufre varios fracasos continuos en una lucha, lo que hace que se vaya mermando su energía para volver a intentarlo. Hoy nos hemos percatado cómo este régimen ha recurrido a su uso como estrategia para generar en los factores democráticos desmoralizarlos y evitar iniciativas resistentes a los abusos de poder, y sobre todo, a su necesaria organización.

“ Deus ex machina ” es una expresión latina que significa un dios surgido como por arte de magia, como se conocía en el teatro clásico la súbita aparición en escena de una deidad, que venía literalmente volando a rescatar prodigiosamente a los protagonistas – gracias a la tramoya- de alguna situación desesperada. Dioses (Deus), que aparecían desde fuera (ex) de la acción teatral accionados por poleas (machina). Se dice que se trató de una invención de Eurípides (siglo V a.C.) esa rudimentaria grúa giroscópica llamada mékhane, que permitía a la supuesta “deidad” mantenerse en el aire sobre el escenario.

Actualmente se utiliza la expresión para describir lo que inesperadamente aparece para resolver una situación aparentemente imposible. Sería por tal razón que el filósofo Henri Bergson anotó aquello de “El mundo es una máquina para fabricar dioses”.

Ante una realidad ineludible, todos sentimos la necesidad de que se solucionen los numerosos problemas de nuestro país con una intervención “divina” que provoque repentinamente un desenlace feliz. En definitiva, un deus ex machina como recurso fácil que no es parte del complejo guion de esta compleja dramaturgia de más de dos décadas, una solución improvisada poco coherente con lo que se ha llevado a cabo hasta este momento. Como algo «sacado de la manga», o como «conejo sacado de la chistera».

Ya se aproxima el fin de este agobiante año 2024. Ya se acerca ese momento para pensar en todas las metas y aspiraciones que nos propusimos a inicio del año. Ese momento de reflexionar sobre todas aquellas cosas que hicimos y no hicimos. Sobre todo, aquellas que entendemos pudimos haber hecho mejor. En fin, época de esperanzas y planes futuros. Somos ciudadanos y queremos seguir siéndolo. No queremos conformarnos con lo que lo que hoy se nos presenta como país. Sabemos que hay opciones distintas para superar las crisis por las que estamos pasando. No nos escudemos en subterfugios a la espera eterna de que un cúmulo de casualidades sin motivo aparente nos alivie de nuestro infortunio.

Queremos seguir soñando y no desanimarnos ante la dura realidad. Si bien es el momento de expresar deseos, no podemos guarecernos bajo el manto de inútiles subterfugios a la espera eterna de que un cúmulo de casualidades que nos saquen de este marasmo que hemos venido atravesando. Nuestro sincero deseo es que aflore esa intuición, el compromiso y el talento, que proporcionan la mejor de las compañías. Nuestro sincero deseo es que aparezca el lógico discernimiento entre lo relevante y lo superfluo sin dejarse seducir por el fatalismo.

No podemos ignorar que forma parte de la condición humana no ceder ante las contrariedades, y buscar nuevas vías para salir airosos en el combate que se emprenden contra ellas. Cada uno de nosotros somos los propulsores de nuestro futuro. La anhelada y merecida solución, depende sólo de nuestro cívico compromiso. El porvenir es -decía Paul Valéry- el estado desordenado de lo posible, mezclado con todos los grados de lo probable. No es el horizonte inalcanzable el que nos impulsa a seguir vivos. Es la posibilidad de mantener viva su presencia.

 

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