Metapolíticas de Putin
Las emociones que suscitan las brutalidades cometidas por el Ejército ruso en Ucrania, unidas al simplismo analítico de algunos comentaristas y medios de comunicación social, están dando lugar a que bastantes personas piensen que lo que está sucediendo en las fronteras del Este de Europa es fruto de la falta de escrúpulos de un autócrata especialmente perverso y agresivo. Por eso, de acuerdo a esta lógica, la agresión rusa tiende a valorarse básicamente en términos morales y de psicopatología de la maldad, prescindiendo de su dimensión geoestratégica; con el resultado final de una subestimación de los peligros reales a los que nos podemos enfrentar a medio plazo. Más allá de las imágenes de muerte y destrucción que tanto nos impresionan a todos los que tenemos un mínimo de sensibilidad humana.
Aquellos que operan con la frialdad e inhumanidad de Putin y los suyos merecen no solo un repudio moral contundente, sino que el mundo civilizado debe intentar que su comportamiento no quede impune, y que pueda ser debidamente hay que entender es que Putin no es un autócrata aislado que mueve, él solo, los hilos de tamaña agresión contra Ucrania. Un tipo de agresión destructiva que no es la primera que emprende siguiendo un guion y unos procedimientos de aniquilación y amedrentamiento similares. En realidad, Putin solo es el vértice de una estructura de poderes e intereses enjuiciado por tribunales o instancias internacionales adecuadas. Pero no solo en lo que su proceder tiene de acto de inhumanidad y crueldad, sino también en lo que supone de un empeño agresivo para lograr alcanzar a sangre y fuego determinados objetivos geoestratégicos. En este sentido, lo primero que cuyas raíces se encuentran en un régimen que operaba y adiestraba a sus élites y cuadros estratégicos de acuerdo con unos patrones como los que inspiran el actual proceder de Putin y su entorno de poder.
En su día, antes de que la vieja CHECA diera paso en su evolución sucesiva a la KGB, hasta el actual Servicio Federal de Seguridad (FSB), esta tecnoestructura de poder y sus agentes recibían la denominación despectiva de “chequistas”. Personas cuya sola presencia –incluso latente– hacía temblar a no pocos de los “suyos”. Y generalmente con sobradas razones para ello. Por eso hay que ser conscientes que detrás de Putin hay una poderosa estructura de “chequistas” (con más de 300.000 efectivos actualmente) bien adiestrados en las lógicas y métodos de desinformación, dominación, destrucción e intimidación.
Esa tecnoestructura de poder político posiblemente sea en estos momentos la única que podría frenar y controlar a Putin y su camarilla más cercana, con más probabilidades de éxito que los grandes oligarcas económicos. Oligarcas que desde las estructuras del viejo régimen lograron hacerse rápidamente con un poderío económico enorme, que no se ha “articulado” a lo largo del tiempo como en la mayor parte de los países occidentales, sino de manera muy rápida casi súbita, a partir de un saqueo sistemático de los bienes y recursos públicos. Lo cual, inicialmente, se pensaba que podía dar más coherencia y unidad de propósitos a la nueva élite política y económica rusa.
Lo que está ocurriendo en Ucrania no debe verse fundamentalmente como el resultado de una psicopatología cruel y destructiva causada por una sola persona, sino como parte de un empeño geoestratégico en el que están involucrados, directa o indirectamente, más países y núcleos de poder y dominación.
Sin embargo, en la medida que en el mundo actual las élites económicas están cada vez más interconectadas internacionalmente y que sus intereses y oportunidades económicas se entrelazan a nivel mundial, conflictos como el actual se ven abocados –como estamos comprobando– a una crisis evidente de intereses. Conflicto que se manifiesta no solo en forma de eventuales incautaciones de yates, propiedades inmobiliarias y cuentas corrientes, sino más en el fondo en la yugulación de las posibilidades de continuar vendiendo e intercambiando bienes y servicios. Es decir, taponando sus posibilidades de continuar haciendo negocios, y obteniendo beneficios, en la economía mundial y en especial en los mercados de los países con mayores niveles de renta.
Parece evidente que los estrategas del Kremlin no esperaban que la reacción de los países occidentales (no solo) fuera tan firme y tan rápida, con lo que se ha generado una contradicción importante de intereses entre buena parte de los grandes oligarcas económicos rusos y la estructura chequista militar que lidera Putin, con poderes casi absolutos y con métodos expeditivos para liquidar o encarcelar a todos los posibles “traidores” internos a su causa.
Por eso, es importante, no solo tener en cuenta las contradicciones que existen, o pueden existir, entre los diferentes grupos y sectores que dominan determinadas esferas de poder en la actual estructura de la sociedad rusa y evaluar las posibilidades internas de control y/o rectificación del actual curso colisivo que encabeza Putin, sino que también es necesario entender qué es lo que hay detrás de lo que actualmente están haciendo las fuerzas rusas en Ucrania, y que antes ya había hecho Putin, a menor escala, pero con la misma brutalidad y propósito de subyugar con el terror en Chechenia, Georgia, Siria, etc. En general, con un éxito estratégico incuestionable en el propósito de ocupación, dominación y subordinación de poblaciones y territorios.
La diferencia con lo sucedido en Ucrania es que en este caso ni su gobierno, ni su Ejército, ni su población se han rendido ante tan aplastante ejercicio de destrucción y de asesinatos generalizados, sin respeto a ningún criterio legal, ni moral. Por el contrario, en este caso, el Ejército ruso se ha encontrado con una resistencia feroz y sistemática, que está llevando a los invasores a utilizar armas de destrucción cada vez más potentes e intimidadoras. Sin que pueda saberse dónde se sitúan los límites a esta escalada de destrucción. E incluso sin saber si habrá límites.
Propósitos geoestratégicos
De momento, por los antecedentes conocidos sobre lo que se ha hecho en los antiguos espacios de la URSS, se sabe que el propósito de fondo es reconstruir –y controlar– un espacio geográfico que progresivamente vaya ampliando –y/o recuperando– las esferas de presencia y dominación del Imperio Ruso y de la URSS en el área central y del este de Europa. Mediante bombardeos de saturación, con acciones que aterrorizan a la población civil, y también –no lo olvidemos– con ayudas económicas y acciones de apoyo a fuerzas políticas y líderes de antiguas repúblicas vasallas del Este de Europa, que estén dispuestos a alinearse internacionalmente con el Kremlin. Y algunos ejemplos inquietantes de este neo-vasallaje tenemos ya, incluso en el seno de la Unión Europea.
No hay que perder de vista que este propósito expansionista no es algo romántico, o idealista, o genérico, sino que tiene unas fundamentaciones estratégicas y económicas bien precisas, que en el caso de Ucrania nos retrotraen a su tradicional consideración como el gran “granero de Europa”, de igual forma que lo es el Medio Oeste para los Estados Unidos de América.
De la misma manera que los teóricos del nacionalsocialismo justificaron su apetencia invasora de Ucrania como el “granero de Europa” que la Gran Alemania necesitara para su espacio vital de expansión, la actual invasión de Ucrania por los ejércitos rusos se explica adicionalmente como una forma de consolidación de los entornos de la vieja Crimea; que no hay que olvidar que también fue ocupada por los ejércitos de Catalina la Grande comandados por Potemkin, con la consiguiente resistencia de los cosacos, y con la ulterior proyección marítima del Imperio Ruso hacia el Mar Negro, mediante una potente flota de guerra.
Es decir, ayer y hoy ante lo que nos encontramos en realidad no es solo ante la psicopatología agresiva de un autócrata despiadado, sino ante proyectos de expansión imperial, con el trasfondo de motivaciones de control de importantes recursos agrícolas y mineros.
¿Está solo Putin en su estrategia de poder?
Posiblemente lo más inquietante de la estrategia de poder que está desplegando Putin y su círculo de fieles no sea el desprecio por la vida de las personas y por la independencia de territorios y países libres, ni la codicia económica de apropiación de recursos ajenos, sino que Putin ha dado suficientes muestras de que pretende situar su acción militar y geopolítica en el marco de un proyecto general de dominación, en el que pretende involucrar a otros países para configurar –según ha explicado sin recato alguno– una gran área mundial capaz de estructurar un “nuevo orden mundial”, “seguro y disciplinado”, como ha afirmado sin disimulo alguno. Por eso, pretende atraer explícitamente a dicha causa no solo a China y a otras dictaduras más o menos paleo-comunistas, sino también a la India. Lo cual podría llevar al mundo a una situación muy inquietante. Por eso, es preciso permanecer atentos a lo que pueda hacer la India ante este dilema de escenarios y posibles evoluciones de los conflictos en curso. Y, por supuesto, atentos a como reaccione China, a la que Putin y los suyos quieren involucrar en esta proyección estratégica como su verdadero aliado natural.
Evidentemente, no estamos ante ninguna broma, ni ante meras cuestiones de crueldad, sino ante pulsos de poder y de modelo de sociedad y de orden mundial ante los que las democracias –¡otra vez!– debemos demostrar que no nos hemos convertido en un conjunto de países descoordinados, desnortados, corruptos, decadentes y cobardes, incapaces de hacer frente y poner coto a las embestidas de regímenes y élites de poder que no respetan ni la dignidad, ni la libertad de las personas. Ni la independencia y autonomía de naciones que se fundamentan en las libertades de las personas, en la organización democrática y pluralista de los Estados y en la colaboración económica en libertad.
Aunque algunos no lo tengan claro aún, hay que ser conscientes de que los misiles con los que Putin está arrasando las ciudades de Ucrania son algo que a todos nos concierne, y muy especialmente a los europeos. Por eso, la opinión pública y las instituciones europeas están reaccionando con firmeza, resolución e inteligencia, sabiendo que es mucho lo que nos estamos jugando en este envite. Y no solo los europeos.