Pedro R. García: El ausente liderazgo político y nuestra pretendida sociedad civil…

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Una acotación necesaria…

El mundo en que vivimos nos disgusta. Su vida carece de alegría sincera, a pesar de los progresos que briyan en las industrias, en las vanguardias tecnológicas o en la legislación. Antes la respuesta al disgusto era la apuesta revolucionaria; pero la revolución ha sucumbido como horizonte del hombre occidental, a raíz de sus estrepitosos fracasos históricos. El disgusto subsiste, la salida resulta dudosa, el agobio no cesa. Una civilización como la nuestra, tan ávida de incentivos, necesita especialmente de los estímulos del mito en el terreno de la política. Sin la irrupción de eyos en el terreno de la realidad no hubiese sido posible ni la revolución rusa ni las revoluciones de sus seguidores; y tampoco puede el historiador entender sin eyos acontecimientos tan importantes acaecidos el siglo pasado como la marcha de Mussolini sobre Roma o la ascensión de Hitler a la cancillería del Reich. Derrotados en la II Guerra Mundial, el fascismo y el nacional-socialismo, cuarenta años después, “desaparecido” el comunismo, fruto de sus errores económicos, políticos y filosóficos, tan sólo parecía quedar la denominada democracia liberal representativa como horizonte político de las sociedades humanas. En ese sentido, la misma se convirtió en el auténtico mito del siglo XX; pero hay severas dudas que siga siéndolo en el XXI. El mismo tiene una función movilizadora e incluso terapéutica; pero en modo alguno puede ser aceptado de manera acrítica, porque no deja de ser una forma de conocimiento esencialmente primitiva y fácil, que ha de ser evaluada por el tribunal de la razón.

Exceden los analistas que han realizado ontológicas exegesis, sobre los eventos políticos en estas dos últimas décadas en el país, a donde nos condujeron los estrategos del “liderazgo democrático”, en dada confrontación nos han cazado como patos en laguna. En acotada reseña y a riesgo de parecer impertinentes no podemos seguir dejando pasar lo ocurrido en las últimas dos décadas del siglo pasado (80-90), donde el grueso de la sociedad civil, intelectualmente menguada, aprovechando la dispersión provocada por el agotamiento del pacto de las élites, incitaron una dura repulsa social en contra del liderazgo, en ausencia de un obligatorio remozamiento de ideas y actores, en insolidaria y visceral aptitud, se lanzaron a una brutal agresión, apelando a anacronismos y viejos fantasmas y finalmente en una concertación antehistórica lograron el cobarde linchamiento del Presidente, C.A. Pérez, (recuérdese por estás cayes, los peñonazos, y el grueso de esa clase de iluminados, en alianza con los autodenominados analistas políticos), fue una acción bien tramada, un feroz asalto con exigencia de desalojo y de sustitución. Un abordaje que coincide con los diseños estratégicos y tácticos del poder con pretensión hegemónica, (léase fascismo), una cruenta acometida que dispersó y pulverizó las insuficientes fuerzas acumuladas del civilismo democrático. Esa embestida artera de la sociedad civil a la sociedad política, valiéndose de la carencia, vigencia y legitimidad de esta última. Fue una cruzada despiadada, letal, sostenida con saña a través de los medios, en el infame papel de francotiradores, (léase ejemplo Primer Plano). Con inconmovible ímpetu en las dos últimas décadas del siglo xx. Un brutal asalto camuflados con el ropaje de sacrosanta sociedad civil, que causó efectos letales en la sociedad política. (pregunta pendiente para los Cientistas de la politología de y la pasmosa aptitud del estamento politico de no defenderse), Pero no fueron esos alaricos de viejo y nuevo pelaje los beneficiarios de esa cobarde ofensiva, sirvieron a los intereses y a las estrategias de otros: a la mayoría de aqueyos derrotados por la sociedad política en las luchas por la institucionalización de la democracia durante los años 60, que les costó tanto a tantos. ¡Ojalá existiera en nuestro medio una sudada sociedad civil! Para una autentica participación ciudadana es necesario un entramado de instancias intermedias en todos los niveles con independencia del Estado, que sirvan para poner de relieve que él en si no es un final ético, ni determina los fines de la persona. El integrante de la sociedad civil que quiera cambiar de vocación y asumir el papel de dirigente político, bienvenido a la sociedad política. Pero zanjemos por favor, con esa especie de ambivalencia de los auto-exponentes de la sociedad civil, ambicionando mantener su condición de tal en supuesto ejercicio de las misma, que intentan ser los rectores morales de la sociedad política. Los mas hoy atrincherados unos detrás del antichavismo delirante y otros en una aptitud que tiene 20 años sumando graves errores y reiteradas omisiones, de las que sean auto-absuelto con pasmosa ingravidez, y perversamente intentan ignorar que, sin la labor lenta y paciente, de las organizaciones políticas no podrían tener existencia real (con todas sus fragilidades) de las a veces deformadas estructuras de participación de las sociedades intermedias en nuestro entramado social. En otros países las sociedades existentes como vehículos de participación en el marco de la sociedad civil forjaron en la sociedad política organismos de gran vitalidad, que permitieron a sectores históricamente olvidados actuar. El ejemplo clásico que suele citarse es el de los sindicatos británicos, como estructura representativa de la sociedad civil, o al Fabián Societ como expresión de innegable inteligencia de la izquierda, de los cuales surge el partido laborista, que fractura la dura polarización de las Islas Británicas entre conservadores y liberales. Esos ejemplos son antagónicos del proceso histórico venezolano. Lo que algunos teóricos han denominado la tercera escuela de pensamiento, al explicar el desempeño de las instituciones democráticas, enfatizan los factores socio-culturales. En la República, Platón argumenta que los gobiernos varían de las disposiciones del conjunto de los ciudadanos. Un poco más reciente, los científicos sociales se han ocupado de la cultura política en sus explicaciones de las variaciones de los sistemas políticos a nivel mundial. El clásico moderno de esta aproximación es el estudio de la cultura cívica, de Almond y Verba que trata de explicar las diferencias en gobierno democrático de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia, México, y Alemania, a través del examen de las actitudes políticas y las orientaciones agrupadas bajo la rúbrica de “cultura cívica”. Probablemente el ejemplo más célebre de la tradición sociocultural del análisis político sigue siendo la Democracia en América, de Alexis de Tocqueville. Quien resalta la conexión entre los más de una sociedad y sus prácticas políticas. Las asociaciones cívicas, nos señala: por ejemplo, refuerzan los “hábitos del corazón”, esenciales para las instituciones democráticas estables y efectivas. Estos presupuestos junto a otros aquí destacados, deben jugar un rol central en el necesario análisis que debe promoverse en el debate de participación orgánica ciudadana en el contexto actual. (basta del accionar del exceso de marquetizacion del hecho “politico”). En las inciertas s y recurrentes ofensivas por algunos grupos políticos que se han declarado como guías de esos sectores al que nos referimos como ciudadanos, con recelo el grueso de venezolanos advertimos que muchos de los tales preceptores son reciclados personajes de las incontables agrupaciones que tratan una y otra vez de ataviarse con atractivos camuflajes, hoy rebautizadas con las aguas bautismales del  Lago (plataforma democrática pero más ayá de sus continuos y  “acelerados ensayos”, no son sino el residual de los viejos partidos en trance, que ensayan todo tipo de conjuros frente al neo-autoritario que regenta al país, además fracasados casi todos eyos, y con impúdica ingravidez ética, atacan y condenan con asombrosa superficialidad cualquier acción ajena. ¡Cuidado con las utopías regresivas, pueden ser peores! : A estos tanteos hay que quebrarle la espina dorsal, su visión política torcida, predominantemente sostenida en estereotipos conductuales que inducen a la irresponsabilidad, persiste en eyos el voluntarismo de cueyo corto, de repetir viejas prácticas de grupalismo y frivolidad, sin contenido ético ni programático, con insubstanciales avances de conceptualización preñados de temáticas desvencijadas, que han contribuido a forjar y mantener la base social del régimen, con todo los nulos logros en todos los ámbitos de las políticas públicas, en los ya 23 años de despropósitos. En este momento, el trance agónico de la “revolución populista”, puestas en evidencias sus límites y contradicciones, no justifica una vuelta atrás a un agotado pacto de las élites, que los legatarios no asumieron o quisieron defender y que nos yevó a la severa crisis de representación. Tampoco debe significar prolongar la permanencia del Estado Petro-dirigista-pretoriano, tentacular y omnipresente con sus nefastas secuelas de ineficiencia, despilfarro, sobrecarga burocrática, y cleptocracia como resultado la casi nula capacidad de respuestas ante las demandas ciudadanas en este momento de todos los ámbitos de la sociedad. Si logramos cruzar esta compleja crisis habrá que ir a una La redefinición del Estado providencial y por lo tanto en una primera etapa, la vuelta al Keynesianismo, transformado o “Neokeynisianismo” que pasa en Venezuela por una estrategia de acumulación que estimule la demanda efectiva y propenda a la creación acelerada de empleo productivo y competitivo; fortalecimiento de las instituciones y de la responsabilidad social del Estado. Un Estado fuerte no significa un Estado autoritario, ni interventor, sino con responsabilidades bien delimitadas, con reglas claras uso obligatorio de tecnologías para la trasparencia y una consensuada cooperación entre el sociedad y el Estado, única y real salida al flagelo de la pobreza y el casi nulo desarrollo en el complejo escenario de la globalización de todos los procesos sociales, políticos, económicos y culturales a partir de los nuevos paradigmas científicos y tecnológicos que Venezuela y los países Latinoamericanos afrontamos por nuestras características estructurales en condiciones desventajosas. (sobre el tema volveremos luego).

Pasa el tiempo y el segundero avanza decapitando esperanzas.

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