Levantar pesas supone técnica, fuerza y entrenamiento. El cuerpo debe intervenir como un todo para enfrentar la resistencia de las pesas ubicadas en los extremos de la barra. Sendos brazos deben estar alineados y equidistantes. Un primer esfuerzo levanta la pesa con la fuerza de las extremidades superiores pero para levantar hasta lo alto las piernas completan el trabajo con la musculatura más grande que posee en cuerpo humano.
Dos fuerzas en Venezuela ofrecen resistencia al esfuerzo humano, a nuestro deseo de progreso y bienestar. En un extremo, Maduro revestido de un poder absoluto: control de las instituciones, de las armas, de los cuerpos de seguridad y prácticamente de todo el potencial de riqueza nacional. En el otro extremo está el peso internacional: una política de Estados Unidos con importantes aliados que desconoce a Maduro, coloca un presidente interino, defiende poderes duales, sanciona, bloquea activos del estado venezolano en el exterior y hace caso omiso a los efectos colaterales porque para ellos no hay nada peor que Maduro en el poder.
Frente a esas dos grandes pesas que se empeñan en mantenernos agachados en el suelo, debe surgir una fuerza capaz de levantar todo lo que somos.
Porque no somos un par de mancuernas. No. Venezuela, representada en esa barra lateral, sostiene el peso de dos extremos y los venezolanos tenemos que vencer la resistencia con unidad, con decisión, con toda la fuerza que tengamos.
El gobierno juega a la inercia, al reflejo condicionado de la parálisis frente a la amenaza de una fuerza aparentemente invencible: “Cuenta con los reflejos condicionados que le impidan a la mayoría entender que pueden juntar sus fuerzas para derrotarlo”. (Adriana Morán)
Ciertamente, puede que no estemos capacitados para acometer con éxito asegurado el esfuerzo que plantea un próximo evento electoral convocado en medio de la debilidad opositora más importante de los últimos tiempos (Capriles dixit), y con todo el peso del dualismo llamando a la abstención y a la deserción de la política.
Pero hay objetivos ulteriores que, más allá de un triunfo electoral como el del 2015, a todas luces improbables, podría hacer valer la resistencia de una organización electoral con toda la fuerza que pueda acumular. Así como lo apuntó Mibelis Acevedo hace poco: “potencial del voto en elecciones autoritarias: visibilizar rechazo al gobierno. Conquistar espacios de poder. Acumular capacidades al ejercerse organizada, consistentemente. Legitimar mayoría, probar fuerza numérica. Sacar al autócrata de su zona de confort. Democratizar desde la base”. (@mibelis).
Volviendo al símil de las pesas, no se trata de una carrera de velocidad sino de un entrenamiento constante de acumulación de fuerza, de alimentarnos (no de engolosinarse), de mantener equilibrios, de buscar la inclusión de todos, en definitiva de paciencia y tenacidad que debemos iniciar cuanto antes, de lo contrario el peso será aún mayor a la vuelta de unas elecciones que no le dicen nada a nadie pero que deberían despertar las alertar de quienes pretenden conquistar espacios de poder mediante el voto.
Mientras que cada uno de nosotros sigamos ilusionados con las mancuernas que ofrece el mercadeo político, que si el plan de la patria y los quince motores, que si la invasión y el TIAR, el país seguirá estancado, postrado en el piso sin fuerza interna alguna que lo levante.