Román Ibarra: Autocastigo

Compartir

 

Quienes tienen en sus manos la posibilidad de cambiar el rumbo de esta deriva, no mueven un dedo para que ello ocurra y no sabemos si es por maldad, o por simple incompetencia.

En el bando del gobierno autoritario es su interés por el control social para perpetuarse en el poder, independientemente de que con ello se profundice la agonía ciudadana, en vista de que la mayoría abrumadora de la población sobrevive en condiciones de pobreza, según todas las encuestas de condiciones de vida (ENCOVI), que periódicamente nos presentan las más importantes universidades del país.

No hay un solo indicador macroeconómico que nos conduzca a pensar que el gobierno socialista de estos 24 años, conducido primero por Chávez, y luego por Maduro, demuestre crecimiento o bienestar para la población en general; por el contrario se advierte el deterioro profundo de las condiciones generales y particulares, la destrucción institucional, y la infraestructura que debían mantener y mejorar para atender a la población, según el mandato constitucional.

Dinero a raudales han tenido a su disposición para haber convertido al país en uno del primer mundo, pero más pudo la voracidad de la corrupción generalizada para enriquecer –a diestra y siniestra- a todos dentro de sus filas, hasta que algunos quisieron utilizar esa riqueza súbita en arma política para conspirar contra los del poder político, por lo cual, la presunta lucha contra la corrupción no fue más que una purga (parcial) para salirle al paso a los ¨traidores¨!

Cayeron varios involucrados en la trama, excepto -oh casualidad- el mismísimo jefe de la trama!

Pero esa manera retorcida de actuar es harto conocida por todos, pues ha sido la constante en el desarrollo de estos 24 interminables años de malestar. Lamentable es que sabiéndolo, no se haya hecho lo correcto por cambiar ese estado de cosas.

Esto a propósito de la recurrencia en la comisión de los mismos errores en el seno de la oposición, hoy dividida en extremo. Es increíble que desde 2002, con pocas excepciones, la misma ¨dirigencia¨ ha venido promoviendo su autodestrucción, a pesar de las voces crecientes que advertían el peligro del rumbo que tomaron tercamente.

Se empeñaron en acompañar el decreto imperial de Carmona; la plaza Altamira; el paro petrolero; la huelga general; el revocatorio de 2004; la abstención de 2005; luego un respiro con la vuelta al camino electoral de 2006, y 2007, con la candidatura de Rosales y el triunfo contra la propuesta de reforma constitucional de Chávez, para luego regresar a la locura y la sistematización de yerros.

En 2015 un nuevo respiro con el triunfo electoral en las parlamentarias, para luego diluirlo en la multiplicidad de candidatos a la presidencia que creyeron que estaba hecho el mandado. El nuevo esquema de la locura vino con la salida; el Maduro vete ya; las guarimbas; los trancazos; los muertos; heridos, y presos; el inconstitucional interinato con su corrupción desbordada;  los golpes de estado de Leopoldo López y sus secuaces del G4; los nuevos llamados a la abstención en las presidenciales de 2018, y las elecciones de gobernadores y alcaldes, para ahora intentar aterrizar –a regañadientes- en una Primaria, cuyo único acierto ha sido la honorabilidad de las personalidades que integran esa comisión.

No obstante, esta tiene por encima justamente a la ¨dirigencia¨ responsable de la debacle de la oposición, lo cual hace temer por su destino e independencia, habida cuenta del carácter excluyente que hoy exhibe, amén del chantaje a que ha sido sometida por algún candidato (a) para complacer caprichos absurdos, como la exclusión del CNE en el proceso.

Según las encuestas, esa Primaria lejos de resolver el problema, lo acentúa. En tal sentido, seguimos llamando a construir consensos en torno a programa de gobernabilidad, y candidato que conduzca la transición democrática y pacífica.  La solución es el consenso. Seguimos.

 

Traducción »