Marisa Iturriza: Parece nuevo…

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Si bien el actual ya mayor-de-edad proceso imperante elimina, reemplaza, cambia o sustituye a entidades, instituciones, ministerios, despachos, empresas, calles, profesiones, etc. para reinaugurarlas con otros nombres o títulos larguísimos, sin reparar en gastos, tiempo, y readaptación, es de reconocer que aún respeta lo que Guzmán Blanco dispuso al decidir que el signo monetario venezolano se apellidara bolívar (y la familia no dijo nada) a pesar de que el dinero no necesita eso y no es sublime como la meta de Bolívar, que era la independencia de la Patria.

En otros países siguen desenvolviéndose con el Peso, sea cubano, argentino, chileno, o ese colombiano que –como «los dos ligaditos»- junto con el dólar-US$ se usa en zonas fronterizas mientras en la capital campean dólarpetare, dólarcatia, dólarparalelo…

El dinero ¡Ay! tan necesario, si es mal habido o mal empleado no es muy digno que digamos si no peor: inmoral, como el robado que enriquece a unos cuantos corruptos. Por eso a uno se le encoge el corazón al oír «Eso no vale ni un bolívar» siendo que gracias a un Bolívar unido a miles de libertarios que colaboraron económica y personalmente en la gesta, este suelo logró independizarse de España, precisamente uno de los países adonde ahora miles emigran desde aquí por culpa de la desvalorización económica que tan duramente abate a una mayoría desfavorecida.

El bolívar, tuvo fama de sólido. Como eso lo contradice el retroceso diario, se intentó la reconversión monetaria adjetivándolo como  fuerte: Nada. Soberano: Menos. digital: ¿? En vez de nuestras bellas monedas, circularon unas livianitas como papel que también desaparecieron.

Protestas, saqueos y abusos inspiraron la aparición de Mercal y similares para paliar la escasez, o sea que intentos ha habido. Montones de billetes fueron sustituidos por otros montones de billetes con rostros de héroes nativos impresos y animales de la fauna ídem. Y ceros, siempre con ceros, los muchos ceros que aún persisten. Los bancos los entregaban empaquetados como ladrillitos que estorbaban en las casas, tan rechazados que, a pesar de la escasez imperante, aparecían esparcidos por la calle como papelillo, y eso que –por sacarle un poco de provecho– artesanalmente se usaron para elaborar unas carteras y bolsos ingeniosos. Y se eliminaron.

Actualmente, los billetes que usamos tienen impresa la nueva faz demagógica del Libertador diferente a la de los retratos hechos en su época. En cambio, los serenos rostros de George Washington et al que aparecen en los dólares, tradicionalmente siguen mostrando valor y respeto por lo que representan, viejo concepto que los corruptos olímpicamente eluden al disculparse diciendo que les parece nuevo…

 

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