Juan Antonio Sacaluga: Las imposturas en la guerra de Gaza

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Cumplido un mes desde el inicio del asalto del ejército israelí sobre Gaza, el número de muertos supera ya los diez mil (más de cuatro mil, niños) los heridos y enfermos sin atender se cuentan por millares y la amenaza de desnutrición, deshidratación y agotamiento alcanza a la práctica totalidad de los dos millones de habitantes. Una calamidad sin paliativos, que nadie puede o quiere parar. La actividad diplomática y política se ha mostrado, en el mejor de los casos, impotente; no sería exagerado calificarla de hipócrita, cínica o incluso cómplice.

La aniquilación de Gaza es, en realidad, una suma de imposturas, en el sentido literal del término; es decir, un fingimiento o argucia engañosa bajo una apariencia de verdad. Las más notables son las que siguen:

1.- Israel está ejerciendo un legítimo derecho a la defensa.

Después de los ataques de Hamas contra núcleos de población civil, la muerte de casi millar y medio de israelíes y la captura de 240 más como rehenes, parecía evidente que el Tsahal iba a responder más allá de su contundencia habitual. Las autoridades afirmaron que no se trataría de una operación de venganza, sino de “justicia” y, sobre todo, de prevención de futuras “acciones terroristas”.

El recurso de la defensa está regulado en el Derecho Internacional y, por tanto, sometido a procedimientos y normas, cuyo cumplimiento ciertamente suele ser esquivo y dudoso, pero permite establecer criterios de comportamiento de los Estados.

Israel no se caracteriza por someterse a la legalidad internacional, salvo cuando le beneficia. Pero como generalmente actúa en sus márgenes o directamente fuera de ellos, practica un discurso de victimismo y resistencia ante lo que tacha de “antisemitismo” latente o descarado, según cada momento o perfil político o ideológico del destinatario del reproche.

Desde el comienzo de la operación “Espadas de acero”, Israel ha asegurado que sus fuerzas armadas se atienen a los estándares éticos más rigurosos del mundo, en cuanto al respeto de las poblaciones, la minimización de víctimas y la estricta distinción entre las población civil inocente y los enemigos combatientes.

Asa Kasher, profesor de Filosofía en la Universidad de Tel Aviv, es coautor del Código ético de la Fuerzas de Defensa de Israel. En un reciente artículo intentó argumentar la trayectoria de buena conducta de los militares de su país. Tarea harto difícil y desde luego poco compartida por numerosos testigos y observadores independientes. Pero el propio Kasher admitía, cuando la aviación y la artillería ya habían devastado gran parte de la franja y la población se encontraba en estado calamitoso, que ciertas conductas, como el bloqueo de elementos vitales de supervivencia, el corte de suministros básicos y el ataque a instalaciones de socorro y protección, entre otras, eran “equivocadas” (1).

Otros expertos en la materia de crímenes de guerra o genocidio han sido más rotundos. Ninguno de ellos puede ser considerado, salvo deshonestas proclamas propagandísticas, como hostiles a Israel por principio o “antisemitas” (en el sentido estrecho del término: es decir, antijudíos). El debate es complejo, porque resulta difícil distinguir entre conceptos jurídicos estrictos y motivaciones o impulsos políticos. Pero existe un consenso mínimo en que Israel ha franqueado los límites de la “legítima defensa”, ha incurrido, deliberadamente o por desinterés, en el obligado autocontrol sin el cual es inevitable el “castigo colectivo” de la población. Consecuencia de ello, habría cometido directa o indirectamente “crímenes de guerra” (2).

Sin embargo, estas consideraciones independientes o ajenas a banderías políticas específicas o identificadas, han hecho poca o ninguna mella en los responsables occidentales (y algunos del Sur Global, como la India) que podrían frenar la masacre o condicionar la actuación israelí. El relato de la “legítima defensa” no ha sido cuestionado ni siquiera parcialmente. En la operación de Gaza no se trata tan sólo de “aniquilar a los líderes e infraestructuras de los terroristas de Hamas”, como sostienen los dirigentes de Israel. El mayor número de víctimas son personas inocentes, aceptadas como tal por el propio Israel y sus defensores, sin que las supuestas normas de guerra, en el supuesto caso de que haya intención de cumplirlas, estén sirviendo de algo.

2.- Hamas es la principal responsable de la catástrofe al haber tomado rehenes, esconder sus armas y centros de mando en los edificios civiles y utilizar a la población como escudo.

Hamas es una organización islamista que no acepta la existencia de Israel y ejerce, en la medida de sus limitadas posibilidades, una lucha armada, militar contra el “enemigo sionista”. Occidente la considera una “entidad terrorista”, porque en su actuación ataca objetivos civiles, mediante atentados personales directos o por disparos de cohetes lanzados al azar sobre núcleos de población civil israelí. Se escamotea que Israel responde -y a veces actúa preventivamente- de manera que los ciudadanos palestinos no combatientes resultan ser víctimas propiciatorias e inevitables. Pero, además, como algunos analistas señalan, el daño en una y otra parte es incomparable y la dinámica acción-reacción elude cualquier consideración de proporcionalidad exigida por las leyes internacionales.

Puede decirse, con bastante razón, que un bando debe procurar defender a su gente tanto o más que de causar daño al adversario. Hamas incurre en temeridad irresponsable al no medir las consecuencias letales de desafiar a un enemigo muy superior. Sin embargo, la alternativa a esa realidad incontestable sería una resistencia pacífica o una respuesta sólo política, que tampoco es que haya servido para acabar con la ocupación y recuperar los derechos conculcados.

Pero hay otro aspecto de esta impostura mucho menos visible. Apenas se ha recordado en esta crisis que Israel fomentó la instauración de Hamas en 1987, porque resultaba útil para debilitar a la OLP, cuando estaba en pleno apogeo la primera Intifada. Tampoco vio del todo negativo su atrincheramiento en Gaza en 2007. Cuando el movimiento islamista acudió a Irán en procura de apoyo político, militar y material, cambió la actitud de Israel. Pero aún y así, desde 2021, cuando Hamas parecía tener pocos incentivos para reanudar la lucha armada, Israel entabló una relación más administrativa, más práctica con ella. Algo que no se haría con una organización terrorista.

El profesor palestino-americano Yousef Munayyer, residente en EE.UU ofrece una lúcida explicación de esta “trampa del terrorismo”, que tiene su raíz en el secuestro de los atletas israelíes durante la Olimpiada de Múnich. Una explicación mucho más detallada excedería el espacio de este ya extenso comentario, pero su lectura es altamente recomendable (3).

3.- Occidente trata de mitigar los efectos de la devastación de Gaza en la población palestina.

La narrativa de la tarea diplomática exige esfuerzos teatrales y prolongados, algunos más visibles que otros. Las visitas de los líderes norteamericano, francés y alemán privilegiaron la solidaridad con Israel después del “shock” del 7 de octubre. Luego, se diversificaron un tanto los discursos. Estados Unidos se ha negado a moverse ni un ápice de su defensa de la conducta israelí, apenas matizada por la necesidad de las “pausas humanitarias”. Se dice que la administración Biden está “aconsejando” en privado al gobierno israelí que se muestre más flexible y atento a las necesidades de la población de Gaza. Sin mucho resultado.

En Estados Unidos, la enormidad del sufrimiento ha generado críticas entre la izquierda demócrata a ese apoyo incondicional de la clase política y de gran parte de la  ciudadanía  a Israel (4). Ya antes de esta guerra se habían producido grietas incluso en la comunidad judía, debido a la intransigencia y brutalidad de policías, militares y colonos en los territorios ocupados (5). Sin embargo, las organizaciones proisraelíes conservadoras no sienten amenazada su posición de privilegio. Con motivo: de sus carteras sale mucho dinero para las campañas de políticos y fondos universitarios, entre otros beneficiarios, en una proporción de diez a uno en comparación con otro gran lobby de dudosa ética como es la Asociación del Rifle (6).

Europa también ha quedado mal retratada de nuevo en esta crisis. El centro-derecha ha seguido el guion norteamericano. La izquierda se ha desgarrado. Alemania sigue presa del Holocausto y no parece capaz de articular un discurso político crítico con los comportamientos de Israel sin que por ello incurrir en el negacionismo histórico. La clase política ha interiorizado la hipocresía de reciclar en su día a dirigentes nazis de medio pelo, mientras defendía a machamartillo  la política militar israelí. La socialdemocracia ha sido y es agente activa de esta negligencia que incurre en complicidad intelectual con el castigo colectivo a los palestinos, aunque se proclame otra cosa en Bruselas o en el G-7 (7).

En Francia, el endurecimiento de las políticas migratorias, destinadas a limitar el crecimiento de la población de origen musulmán, se ve favorecido por varias décadas de atentados perpetrados por organizaciones islamistas marginales o extremistas. La defensa de los derechos palestinos tiene un precio muy alto, en particular en la izquierda, que se ha mostrado dividida, impotente y atrapada en el relato falaz de un antisemitismo autóctono que conecta con el régimen colaboracionista de Vichy durante la segunda guerra mundial (8).

4.- Las “pausas humanitarias” pueden servir para aliviar el sufrimiento de la población civil.

Esta es la línea oficial de la actuación diplomática de Estados Unidos, Gran Bretaña y la mayoría de los países europeos (9). Bajo esta apariencia piadosa, en realidad se neutraliza la propuesta de “alto el fuego” que preconiza la ONU y defienden otros estados europeos (entre ellos España) y la mayoría de los países del Sur. La impostura de las “pausas humanitarias” reside en su inanidad. Tal y como se ha explicado al mundo, se trataría de que Israel permitiera la entrada de convoyes con suministros básicos (alimentos, agua, medicinas, material sanitario, etc), en todo caso sometidos a un escrutinio para que no caigan en manos de los islamistas.  Como no se conoce con exactitud la ubicación de todos estos militantes, tales operaciones están condenadas a la inutilidad. Y, aún en el mejor de los casos, el alivio de las poblaciones siempre será mínimo, en relación a sus necesidades vitales presentes y futuras inmediatas. Las “pausas humanitarias”, sea cual sea su intención, se convierten en estratagemas para hacer más tragable la destrucción israelí de Gaza. De ahí que, finalmente, Netanyahu ha dicho que permitirá una pausa “una hora aquí, otra allá”. Palabras que evidencian una insensibilidad repugnante.

5.- Después de la destrucción de Hamas, se ampliarán las oportunidades de una solución duradera al conflicto israelo-palestino.

A medida que se eleva el grado de abstracción en las consideraciones sobre el actual episodio bélico y sus consecuencias, se hacen más evasivas las imposturas circulantes. Estados Unidos sostiene que, después de liquidada Hamas, será posible recuperar la vía diplomática y política, pese a que ésta se consideraba muerta y enterrada antes del 7 de octubre. Algunos académicos, asesores y diplomáticos se han lanzado a elaborar planes de actuación (10). Otros son más circunspectos o incrédulos (11). Y hay quienes consideran congelado por mucho tiempo el proceso de alianza entre Israel y los estados autoritarios árabes (12).

Este gobierno israelí, como casi todos los anteriores, no sólo ha hecho todo lo posible por obstaculizar una solución diplomática, sino que, además, niega la propia naturaleza de un pacto político. No sólo, como se ha dicho hasta la saciedad, impugna el principio de los dos Estados (el existente israelí y el embrionario y sofocado palestino). La derecha nacionalista más dura, hostil siempre al reconocimiento de los derechos palestinos básicos, parece dispuesta a aceptar el ideario extremista de sus coaligados supremacistas ortodoxos y sionistas religiosos (corrientes diferentes y otrora opuestas en el judaísmo), que consiste en negar la existencia misma del pueblo palestino, al que invitan literalmente a emigrar o aceptar un estatus de súbditos (13).

Esta posición no es unánime en Israel, pero goza de un respaldo cercano a la mayoría y no ha dejado de crecer en las últimas décadas. Hace apenas diez años, estas fuerzas extremistas  (Poder Judío o Partido Sionista religioso) eran marginales o no existían; hoy tienen la llave de la gobernabilidad, condicionan a la derecha nacionalista y actúan con impunidad absoluta en los territorios ocupados a través de su red de colonos radicales. El comportamiento de éstos es cada vez más delincuencial, violento y, en el sentido literal del término, terrorista, como atestiguan muchas fuentes, incluías aquellas que defienden, con matices, la actual operación israelí en Gaza (14).  Y lo peor está por llegar. Israel ha encargado más 24.000 fusiles de asalto a fabricantes de armas norteamericanos. El gobierno estadounidense tiene que autorizar la operación, pero lo ha hecho antes. Los ministros de la ultraderecha israelí, con competencias amplias en Cisjordania ya han repartido armas entre colonos afectos y aseguran que seguirán haciéndolo (15).

6.- La destrucción de Hamas puede favorecer la recuperación de un liderazgo palestino que acepte la existencia de Israel y haga la realización de una entidad estatal propia.

Esta posición política es la más inverosímil. Pero ha captado titulares tras la entrevista del jefe de la diplomacia norteamericana con el Presidente de la ANP, Mahmud Abbas, quién se mostró dispuesto a extender su responsabilidad sobre la Franja cuando concluya la operación israelí.  Se antoja una pretensión irreal, aunque algunos dirigentes palestinos moderados como el exprimer ministro Salam Fayyad hagan circular “planes de paz de la OLP” (16).

Si Mahmud Abbas no concita apenas apoyo en Cisjordania, donde ejerce un poder fantasmal, inservible y cada vez más contestado por sus conciudadanos, ¿qué apoyo puede esperar si recogiera el testigo de la aniquilación israelí? Si la OLP y sus aliados moderados ya fueron derrotados en 2005 en Gaza (y dos años después expulsados por la fuerza impetuosa de Hamas), ¿cómo puede presentarse de nuevo como la solución? Si no ha podido imponerse o siquiera resistir la mayor degradación en términos de seguridad, derechos y vida cotidiana en Cisjordania, ¿puede prometer un futuro mejor en Gaza?

Por lo demás, resulta poco creíble que Occidente se vaya a fiar de Abbas y su cohorte de funcionarios, policías, políticos y propagandistas cuando llevan años ninguneándolos y permitiendo sus prácticas corruptas y sumisas al ocupante israelí, según denuncian los mismos dirigentes occidentales o sus ejecutores. El primer ministro Netanyahu ha dejado claro qué tipo de alternativa política autónoma y razonable está dispuesto a aceptar, al advertir que Israel ejercerá una función de garante de la seguridad en Gaza “durante tiempo indeterminado”. Es la misma lógica que sostuvieron sus predecesores después de las guerras de 1967 y 1973, que ampliaron y consolidaron la ocupación militar de territorios árabes. Ni las sucesivas resoluciones de la ONU, de obligado cumplimiento según el Derecho Internacional, ni los innumerables planes y acuerdos de paz han modificado esa realidad, la única que cuenta a pesar de las imposturas.

Notas

(1) “Israel’s laws of war. How IDF doctrine shapes the campaign against Hamas in Gaza”, ASA KASHER. FOREIGN AFFAIRS, 27 de octubre.

(2) “The uses and abuses of term ‘genocide’ in Gaza”. MARTIN SHAW. NEWLINES MAGAZINE, 6 de noviembre; “What International Law has to say about the Israel-Hamas conflict”. MARC WELLER. THE ECONOMIST, 27 de octubre; “Peut-on parler de ‘genocide’ en cours à Gaza”. COURRIER INTERNATIONAL, 4 de noviembre; “What the laws of war say about forced displacement and ‘human shields’”. AMANDA TAUB. THE HEW YORK TIMES, 19 de octubre.

(3) “Can our leaders avoid the terrorism trap?”. YOUSEF MUNAYYER. FOREIGN POLICY,  4 de noviembre.

(4) “Democrats splinter over Israel as young, diverse left rages at Biden”. THE NEW YORK TIMES, 27 de octubre“Progressives rebel against Biden’s handling of Israel-Hamas crisis”. THE WASHINGTON POST. 25 de octubre.

(5) “’I, too, am the Jewish community’: the rift among US Jews widens over Gaza war”. ROBIN BULLER. THE GUARDIAN, 4 de noviembre

(6) “In Israeli-Palestinian battle to sway Congress, only one side wins”. ISHAAN THAROOR. THE WASHINGTON POST, 6 de noviembre.

(7) “How the Gaza conflict is dividing Europe’s left”. THE OBSERVER, 29 de octubre

(8) “Guerre Isräel-Hamas: la gauche europeénne en tous ses états”. COURRIER INTERNATIONAL, 25 de octubre.

(9) “A humanitarian pause in Gaza”. EDITORIAL. THE NEW YORK TIMES, 3 de noviembre.

(10) “Israel’s war aims and the principles of a pot-Hamas administration in Gaza”. DENIS ROSS, ROBERT SATLOFF y DAVID MAKOVSKY. WASHINGTON INSTITUTE, 17 de octubre;

(11) “What comes after Hamas. STEVE SIMON. FOREIGN POLICY, 18 de octubre; “What happens if Israel topples Hamas in Gaza. MICHAEL MILSHTEIN. BROOKINGS INSTITUTION, 26 de octubre;

(12) “The Hamas attack has change everything”. STEVEN COOK. FOREIGN POLICY, 9 de octubre; “The Gaza War has reverberated across the Middle East”. INTERNACIONAL CRISIS GROUP, 4 de noviembre.

(13) “Is a two-state solution possible after the Gaza war?”. THE ECONOMIST, 1 de noviembre.

(14) “Settler violence rises in the West Bank during the Gaza war”. MAIRAV ZONSZEIN. INTERNATIONAL CRISIS GROUP, 6 de noviembre; “Settlers ara causing mayhem in the West Bank”. THE ECONOMIST, 6 de noviembre; “How a campaign of extremist violence is pushing the West Bank to the brink”. THE NEW YORK TIMES, 2 de noviembre.

(15) “U.S. officials fear that American guns ordered by Israel could fuel West Bank violence”. THE NEW YORK TIMES, 5 de noviembre.

(16) “A peace plan in Gaza”. SALAM FAYYAD. FOREIGN AFFAIRS, 27 de octubre.

 

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