Simón García: Miradas sobre Valencia

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Valencia se estableció como poblado a partir de una cuadrícula perfecta. Es un patrón que se identifica en el plano de la ciudad dibujado con plumilla en tinta roja por Codazzi en 1839, como en el mapa levantado por el agrimensor Ernesto Luis Branger en 1878.
A los lados de la plaza mayor se erigen las dos instituciones públicas más relevantes: la casa consistorial sede del cabildo y la iglesia Catedral construida en 1580. A partir de allí se ubica el San Antonio de Padua, primer hospital, construido a mediados del siglo XVII; el cuartel en la calle Libertad; la Cárcel Pública donde hoy funciona la Biblioteca Feo La Cruz; el Colegio de varones al lado del Convento de San Francisco y el Mercado hacia el sur.

Esta población, que en 1936 tiene 170.000 habitantes, es el espacio de intereses, conflictos y consensos que concurren en la conformación y evolución de un sentimiento y conciencia de arraigo y responsabilidad con la ciudad. Su identidad común se construye socialmente a partir de la pluralidad de miradas.

Existen densos estudios (P. Atienzar, Sara Atienzar, Pedro Téllez, Freddy Bello, FrankzRísquez y otros) que develan los patrones arquitectónicos y urbanos de Valencia. Según Freddy Bello la ciudad recibe cuatro miradas: la de los empresarios; la de los trabajadores, técnicos y profesionales; la de los integrantes del sector público y la de los expertos.

Pero hay una quinta mirada que es la que define la personalidad histórica y cultural de Valencia. Los hacedores de la ciudad son sus habitantes. Su fuerza proviene de familias emprendedoras que bregaron desde distintos sectores para hacer de la ciudad lo que hoy es. Apellidos, unos anónimos y otros reconocidos, que tras empeños, sacrificios y alegrías dieron sus aportes para ser lo que somos.

Tras la enumeración de casas se va a descubrir una épica colectiva y cotidiana. El molino en la calle 24 de Junio abierto desde la madrugada para llevar el maíz sancochado para hacer las arepas; la panadería Unión de la calle Comercio, entre las Avenidas Carabobo y montes de Oca. El Mercado Libre de la Candelaria o la bodega del Sr. Santiago en la Briceño Méndez con Girardot.

En esa Avenida Briceño Méndez vivían los Rojas Donaire, Lugo, Escalante, Castillo, Ruiz, Chirinos, Salomón, Catar y la familia del padre Feo. En la Andrés Bello las familias Guada, Carrillo, Meneses, Ojeda, García, Pérez Núñez, Lozano, Coronel, Nieves, Colombet, Simancas, Blanquín, Mollejas, Guevara, Rodríguez y Avila. Por la calle 24 de Junio los Estrada, Meleán, Tovar, Di Lorenzo Rea y Di Lorenzo Rojas, Gómez, Catarí, Madera, García. Y en la Girardot se establecieron los Sánchez, los Ríos, Salvatierra, Hernández, Di Lorenzo Gabaldón y los López. Por la calle Comercio los Celli, Polanco, Portocarrero, Mesa, Aguilar y Girón.

En el salto a la urbanización destaca la labor desarrollada por el Banco Obrero desde su fundación por Juan Vicente Gómez hasta la construcción de urbanizaciones como la Michelena en 1947 o La Isabelica en 1965. Los sectores pudientes se mudaron al norte a urbanizaciones privadas como Las Acacias y los de bajos ingresos se escalonaron hacia el sur, ante la demanda de 14000 trabajadores de las 927 industrias de Valencia en 1962.

Ese proceso tiene dos símbolos: la urbanización Valencia en el sur, la primera y más pequeña urbanización del Banco obrero y la Carabobo en el norte, un refugio exclusivo de los ricos.

La Urbanización Valencia o barrio Obrero se inauguró en 1944, con 27 casas en una cuadra. Entre sus vecinos notables estuvieron la maestra Josefina de Fuenmayor. Directora por años de la Lisandro Ramírez; el locutor Luis Paredes; la enfermera del Hospital Central Carlina Zamora de Montilla que atendía a quien la necesitara, incluso perseguidos políticos; sus hijos Omar, Ingeniero petrolero Cum Lauden y Hernán maestro, casado en EEUU con una hija deJohnny Weissmuller, el Tarzán del cine y después residente en la India; Roberto Fuenmayor Director de la Digepol o Rosendo Montilla, solicitado maestro de obras

El dueño de la Urbanización Carabobo, que desplazó a Las Acacias como residencia de los pudientes, fue Don Ricardo Degwitz Aigster propietario de los terrenos y dueño de Facegra y de Aceite El Rey. El mismo invitó a 52 personas para que adquirieran las quintas. Los constructores fueron los ingenieros Francisco Alvarado Escorihuela, Víctor Rotondaro y Emiliano Azcúnez.

Entre sus fundadores estuvieron Carlos Dewitz, Hermógenes López, Saúl Branger, Ramón Branger, Jorge Dominguez Nazar, el otorrino Emilio Ramos Rachet, Kurt Feltner, dueño de la öptica Alemana; Víctor Rotondaro, Carlos Ortega Gragigerena, Carlos Mazziota, Antonio Jiménez Fumero, Barreto Muskus, Isabel Teresa Ponce, García Sosaya, Jose Rafael Calvo López, Elizabeth Dewitzy el abogado Eduardo Herrera. En una calle contigua vivió la familia de Julio Castillo y al lado Saletta La Rivade Hanmer, primera mujer Contralora del Estado.

Cuando en 1945 se colocaba la estatua del Indio Guacamayo, obra de Alejandro Colina se cruzaron dos historias: la de la Urbanización Carabobo y la del albañil que salía diariamente de su estrecha casa en Barrio Obrero, Rosendo Montilla quien daba los retoques a la plazoleta.

 

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