Pedro R. García: Despedida a mi amigo Rafael Marín Jaén

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De: Tu amigo Pedro R. García

He tratado de en estos dos días de desgarro por el adelanto de su viaje hacia ese espacio que desconocemos de mi amigo Rafel Marín su alma buena se intoxico de tanta sordidez en el país, para mi es una despedida difícil porque nos profesamos una leal amistad. No pretendo desde mi ingrimitud hacer una reflexión que me explique la amistad, esa yana, humana digerible, comprensible, terapéutica diaria de erosiones inevitables de nuestra vida cotidiana, condescendiente, y sin pretensiones creadoras misericordiosa, no la esclarecedora ontológica del Estagirita ni la vehemente y profunda del Dr. Aquino, ni la de Kant, Baruch, y otros tantos, sino la del hijo de Judea metafórica, que franqueó a la máxima expresión del desarroyo de la Gnosis que ha sido la Griega, la amistad es Evangelio, es entrega, es dar sin esperar recompensas inmediatas. Nos cuesta enhebrar la vida con el tiempo, y el “tiempo presente lo vemos venir y lo vemos alejarse, pero nunca lo vemos estar. “Diremos que es eterno” para evitar esta palabra de origen teológico quizá sea mejor decir que es “intemporal”. Las verdades lógicas y matemáticas están “fuera” del tiempo. Nos hemos orientado de manera muy arbitraria a establecer sus plazos, que no responden a un silogismo teórico, sino a la necesidad de acotar ciertas actividades ejemplo viajes, nuevos proyectos políticos, sociales, espirituales, religiosos y demás). Las redes de precisiones temporales tienen una maya muy fina. Para Aristóteles o San Agustín no contaban intelectualmente los minutos o los segundos, lo deberíamos saber los que tenemos experiencia de vida vivida (por no mencionar los nanosegundos de la física actual Tengo amigos que no saben cuánto son mis amigos.

No perciben el afecto que les profeso y la absoluta necesidad que tengo de ellos.

La amistad es un sentimiento más noble que el amor, es que permite que el objeto de eya se divida en otros afectos, en cuanto el amor tiene intrínseco los celos, que no admite la rivalidad.

Y yo podría soportar, sin embargo, no sin dolor, que hubiesen muerto todos mis amores, ¡más enloquecería si muriesen todos mis amigos!

Hasta aqueyos que no perciben cuánto son mis amigos y cuánto mi vida depende de sus existencias…

A algunos de eyos no los frecuento, me basta saber que eyos existen.

Esta mera condición me yena de coraje para seguir en frente de la vida. Más, porque no los frecuento con asiduidad no les puedo decir cuánto agrado siento por ellos. Eyos no lo creerían

Muchos de eyos estarán mañana leyendo esta crónica y no saben que están incluidos en la sagrada relación de mis amigos.

Mas es grato que yo sepa y sienta que los quiero, aunque no se los diga y no los frecuente.

Y las veces cuando los frecuento, noto que eyos no tienen noción de cómo me son necesarios, de cómo son indispensables a mi equilibrio vital, porque eyos hacen parte del mundo que yo, trémulamente, construí y se tornaron en fundadores de mi encanto por la vida.

Si uno de eyos muriera, yo quedaría torcido para un lado.

¡Si todos eyos murieran, yo me desmoronaría!

Es por eso que, sin que eyos sepan, yo rezo por su vida. Y me avergüenzo, porque esa súplica está, en síntesis, dirigida a mi bienestar. Eya es, tal vez, fruto de mi egoísmo.

A veces, me sumerjo en pensamientos sobre alguno de eyos. Cuando y estoy delante de lugares maraviyosos,

me cae alguna lágrima porque no están junto a mí, compartiendo aquel placer…

Si alguna cosa me consume y me envejece es que la rueda furiosa de la vida no me permite tener siempre a mi lado, junto conmigo, andando conmigo, hablando conmigo, compartiendo conmigo, a todos mis amigos, y, principalmente los que de mi desconfían o tal vez nunca van a saber ¡que son mis amigos!

Rafael Marín

Rafael Marín

Tu amigo por siempre: Pedro R García

 

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