Julio César Hernández: El Ideal De Una Sociedad Abierta

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Con preocupación critica estamos presenciando como en nuestra Nación, se han ido abandonando valores y normas que sirven de insumo a las verdaderas Democracias; así la alternancia democrática o el pluralismo ideológico, se han visto obstaculizados por subterfugios que pretenden justificar una irrazonable moral social y pública, para desconocerlos, la que incluso se sobrepone a la regla de la soberanía popular, cuando la desconoce y desaprueba electoralmente. Ante ese hecho, quisiéramos en esta ocasión reivindicar el ideal de la sociedad abierta, de naturaleza liberal y social, en la cual sus líderes y gobiernos, son reemplazados periódicamente, sin necesidad de tensiones, ni menos aún de la violencia, que son a todas luces pasaportes para la inestabilidad y la convulsión social de un país, lo cual se debe evitar a toda costa, habida cuenta que, los que hoy, pierden el poder, posteriormente lo pueden recuperar, sin tener cuentas pendientes con nadie de sus adversarios.

Sin embargo, ese ideal de sociedad abierta, dentro de una Democracia social y liberal, como la que tenemos los venezolanos de acuerdo a nuestra Constitución, permanentemente sufre los embates de viejas ideologías y nacionalismos, que buscan apartarse de otros sistemas políticos, por esas diferencias políticas, a lo cual se une el populismo que, logra avanzar a expensas de las omisiones democráticas,  mientras en el entorno democrático mundial, se observa el enfrentamiento entre las democracias contra los autoritarismos, en donde el 15% de la población mundial está constituida por ciudadanos y no por súbditos, que es como el eminente jurista austríaco Hans Kelsen llamaba a quienes carecían de derechos políticos. Puede decirse que la democracia liberal-social, aun sufriendo, resiste; lo que no se puede decir es que avance, pues en la actualidad, da la impresión que los ciudadanos poco se interesan por la recuperación del modelo democrático, contrario al socialismo.

El origen de este concepto es de Karl Popper, quien lo presenta en sus obras sobre “La sociedad abierta y sus enemigos” escrita en el año 1945, terminada la segunda guerra mundial. Desde Nueva Zelanda. Su tesis central era que una “sociedad en la que se ejercita pacíficamente la razón crítica se distingue de aquellas que se organizan alrededor de la reverencia a la autoridad, el respeto al tradicionalismo o el rechazo del pensamiento científico”. Ahora bien, la sociedad abierta requiere una cultura política capaz de producir ciudadanos que ejerzan tolerancia cívica y renuncien al tribalismo, vale decir, tenemos que volver a la cultura de la aceptación de las distintas ideas, de dejar de tratar de imponer una única cosmovisión sobre las distintas realidades, fortalecer el relacionamiento con distintos sectores de la sociedad y en general, comprender que el agrupamiento de todas las opiniones por muy diversas que sean, contribuirán a lograr una sociedad más cohesionada y en paz.

El concepto de sociedad abierta, no obstante, ya había sido enunciado desde los años  1920, por el francés Henri Bergson, que lo usaba para referirse a sociedades con gobiernos tolerantes y resueltos a dar respuesta a los deseos e inquietudes de la ciudadanía desde parámetros de transparencia y flexibilidad, en donde se podía ejercitar pacíficamente la razón crítica, respecto del funcionamiento de las instituciones del poder, distinguiéndose de las que se organizan alrededor de la reverencia a la autoridad, a las que colocan como centro de su atención, y no al ser humano a cuyo servicio debían estar y, al cual el poder siempre debe reconocerle una dignidad inalienable, en especial el derecho de opinar libremente, que debe ser protegido de intromisiones externas, cuando se emiten juicios acerca de cómo las personas quieren llevar adelante sus vidas, porque lo ideal en una sociedad abierta es que se fortalezca una cultura política capaz de producir ciudadanos que ejerzan la tolerancia cívica y renuncien al tribalismo.

Los pensadores de una Sociedad Abierta como Karl Popper, se plantea una sociedad gobernada dentro de una democracia representativa; en la que el régimen político imperante, deba promover la formación ciudadana, a fin de ir fortaleciendo esa forma de gobierno, para que surta su gestión con los mejores posibles. Dicho de otro modo, una democracia liberal-social, que no socialista, sería la forma política natural de una sociedad abierta; que cumpla con los principios de gobiernos limitados, que evite tanta discrecionalidad, respecto de lo que el poder público decide; el reconocimiento material de los derechos fundamentales, que proporcione al individuo seguridad en su relacionamiento con el Poder Público; el respeto al Estado de Derecho, la separación de poderes; la existencia de una esfera pública donde operan medios de comunicación independientes y los ciudadanos expresan sus opiniones de distintas maneras; el funcionamiento de un mercado libre donde individuos y empresas operen bajo la supervisión de los poderes públicos.

Antes de concluir, no se puede dejar de hacer una breve alusión a las sociedades cerradas, las que, según el mismo Popper, no son capaces de progresar al mismo ritmo que las sociedades abiertas; por lo dogmáticas que son sus posturas, que de paso no son justas, ni pueden serlo, ya que se afianzan en los viejos nacionalismos mencionados al comienzo, que los va reduciendo o aislando en una peligrosa burbuja ideológica, totalmente contraria a una sociedad abierta, por existir además un pensamiento único y tribal, que no reconoce otros interlocutores sociales, sino los propios de ellos, cuya movilidad dentro de esa estructura dependerá, ya no de sus capacidades, conocimientos o experiencias, sino de sus relaciones e influencias dentro de los distintos círculos de poder, que por lo demás, deben ser bien vistas o evaluadas por los jerarcas del poder. De tal manera que, una sociedad abierta sigue siendo la mejor forma de organizar políticamente la convivencia pacífica de grupos humanos heterogéneos, sin renunciar al ejercicio de la libertad personal. Pero sus enemigos ya están aquí y no dan tregua.

 

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