Alicia Álamo Bartolomé: Compás de espera

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Hay que saber esperar. No todo se da en el instante que queremos sino cuando el tiempo madura su momento. El campesino, el agricultor, lo sabe muy bien. Siembra, espera que el agua y el sol hagan germinar el grano, que el retoño crezca y ya vendrá el tiempo de la siega, de recoger el fruto después de muchos días de espera. Y no todas las semillas son iguales, cada una tiene su tiempo de germinar y su tratamiento. Cada semilla es un mundo y cada mundo un misterio. Siembra y cosecha constituyen un milagro de la naturaleza; y cada planta tiene su propio milagro.

Cada hombre es un misterio. ¿Cómo aparece? El semen masculino fertiliza el óvulo femenino y ya está allí, en el vientre de la madre, con su código genético completo. Me da risa cuando oigo decir, a los que predican el aborto, que la mujer tiene derecho a disponer de su cuerpo. ¿El feto es parte de su cuerpo? En absoluto, es otro ser, “prestado” para que lo críe, lo cuide, lo saque adelante. Lo insólito es que, si fuera parte del cuerpo femenino y siendo un miembro sano, las leyes abortista autoricen su eliminación. ¿Autorizarían que esa mujer se amputase un brazo sano y qué médico se lo haría? Si una mujer solicitase esta amputación, la calificarían de loca y si en alguna clínica la complaciera, ésta sería inmediatamente castigada. Ah, pero un hijo si se puede masacrar, ¡y se pretende que el crimen sea amparado por la ley! Entonces, vale más un brazo que un niño.

Una mujer embarazada es como la madre tierra donde la semilla crece en la húmeda oscuridad de su vientre. Ella y los que la rodean, deben a abocarse a los cuidados de ese nuevo ser, sea cual haya sido su origen: en acto deseado, consentido o trágicamente violento. La violación es un trauma, pero no lo es menos, sino más, el llevar para siempre en la conciencia el asesinato de su propio hijo. Los nueve meses de embarazo sirven para ir sanado las heridas del cuerpo y del alma, para ir convenciendo que un niño es siempre una bendición, un ser inocente nada responsable de las condiciones en que fue engendrado. Nueve meses para volver en deseado al hijo no deseado, preparando su ajuar, discutiendo su nombre, en fin, dando con ilusión los cuidados a la semilla sembrada. Todo tiene su tiempo, su compás y su espera. Llenar esta etapa de ideas y planes positivos para la nueva vida, es una obligación de la familia y los allegados a la madre neófita.

Si en la naturaleza y sus reinos todo tiene su compás de espera, ¡qué será en el universo espiritual Allí, donde las dimensiones son infinitas y la luz divina deshace las tinieblas. ¡Cuántas veces nos vemos encerrados en nuestros fracasos y desaciertos! Nos vemos así por egocentrismo y soberbia. Nos sentimos el ombligo del mudo y éste debe girar a nuestro alrededor. ¿Qué será cada uno de nosotros si nuestro planeta es un grano de arena en el universo? Nada, menos que nada y, si embargo, hemos sido dotados de un alma inmortal. Esa es nuestra grandeza: Dios nos creó para la inmortalidad. ¡Y cómo descuidamos el alcance de la inmortalidad feliz!

Sobran en el mundo las ambiciones personales. Desde que en el Renacimiento se empezó destacar el individuo sobre el grupo, el hombre buscó ser y aparecer con su nombre en el arte, en la vida pública. No conocemos los nombres de los arquitectos que construyeron esas maravillas de la arquitectura que son las catedrales góticas del medioevo, en cambio varios del Renacimiento se nos vienen a la mente: Alberti, Bramante, Brunelleschi, Miguel Ángel, Palladio, Vasari. Desde entonces, el hombre quiere su nombre en sus obras, pero no sólo eso, sino su nombre brillando…, sin obras. De ahí vino el deseo de figuración y de poder.

En Estados Unidos a menudo vemos tipos, incluso niños que, aprovechando la libre compra de armas, provocan una balacera en instituciones, causando muertes inocentes. Así   figuran en los medios de comunicación. Otros, adinerados de sobra, no les basta el dinero y tienen ambición de poder: individuos tan mediocres y de mala estofa como Donald Trump. Es triste esta condición humana de querer ser y aparecer.

Pero no vayamos muy lejos. Nuestro drama actual nacional se basa en la llegada al poder de personas poco idóneas para ejercerlo: algunas, afectadas por dramas familiares pasados,  llenas de reconcomio y deseos de venganza, otras, con resentimientos sociales y, todas, con ambición de poder, por haber probado ya los privilegios y facilidades que engendra éste. ¡Ah, el poder, que néctar delicioso! Vale la pena conservarlo y ampliarlo, aun a costa del hambre y represión de un pueblo, de tortura, sangre y lágrimas. El malsano ambicioso de poder no se detiene, más cuando sabe muy bien que, al dejar de ejércelo, le caerán las sanciones encima. Mantenerse en el poder es para ellos cuestión de vida o muerte. La justicia acecha.

No por evidente es fácil que el gobierno de turno acepte su derrota en las urnas electorales. Demasiados intereses en peligro, el primero, la libertad, una mayoría iría a prisión. Quien la hace la paga, saben perfectamente cómo se han portado ellos con los presos políticos. Temen represalias. En segundo lugar, perderían sus malhabidos bienes económicos. Pero la oposición no debe detenerse ni perder la esperanza en el triunfo de la justicia. No debe desistir de la lucha constante y decidida. Se han dado grandes avances justamente por la perseverancia y coherencia de nuestra gran líder María Corina Machado. No es tiempo de abandonarla ahora, cuando este compás de espera se dilata. Es justamente el momento de perseverar, de sacudirse desilusiones y desalientos e intensificar la lucha. Es la hora de la gran esperanza, de la inconmovible fe.

Recordemos a nuestro héroe, tan maltratado por los socialistas del siglo XXI. Enero de 1824, el Libertador está en Pativilca, muy enfermo. Ocho días delirando y arrojando bilis. Cadavérico, con fiebre, cólico, diarrea, vómitos, ataques de demencia. Flaquísimo. Tenía apenas cuarenta años y parecía un anciano.  Sus oficiales temen por la vida de Bolívar. Ante este cuadro dantesco, le preguntan: Libertador, ¿qué piensa hacer? Su respuesta retumba en los oídos de sus lugartenientes: ¡Triunfar!

María Corina, estamos contigo. En enero de 2025 será proclamado, como presidente de Venezuela, Edmundo González Urrutia.

 

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