Juan Antonio Sacaluga. Europa; Focos de turbulencia en la periferia

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La Unión Europea afronta el inicio del curso político bajo el peso del rebrote de la pandemia, con desigual incidencia según los países, pero con un mismo sombrío panorama económico y, sobre todo, social. Según la OCDE la crisis será cuatro veces más grave que la provocada por el caos financiero de 2009. Por si esto no fuera suficiente, la UE tiene que atender al menos a cuatro frentes de conflicto exterior para los que no se avizoran soluciones fáciles ni rápidas.

1) Brexit: Magic Johnson

El premier británico tiene sobre su mesa las previsiones económicas más complicadas de Europa, tras una gestión caótica, errática y demagógica del COVID-19. La cómoda mayoría de la que disfruta en Westminster le proporciona cierto margen de maniobra. Pero al recurso que pretende agarrarse es, por supuesto, el Brexit. El divorcio de Europa fue su lanzadera política hacia el 10 de Downing Street y ahora está dispuesto a convertirlo en su barco de rescate. De forma claramente provocadora e innecesaria, ha vuelto a abrir una crisis de confianza con Bruselas y las capitales europeas, reinterpretando de forma muy sui generis el acuerdo de separación. Tras unos contactos fallidos y sospechosamente orquestados por sus cómplices mediáticos, Boris Johnson ha llevado al Parlamento una ley de mercado interior que cuestiona las bases del trabajado y trabajoso Brexit. Su discurso es el mismo de siempre: Europa quiere seguir imponiendo sus normas al Reino Unido, sostiene, ahora mediante trampas en la letra pequeña (1).

Algunos prominentes dirigentes tories del sector europeísta han puesto el grito en el cielo (como el expremier Major, entre otros) o le han escamoteado el apoyo (caso de su antecesora, Theresa May, amparada en un viaje fuera de Gran Bretaña. También algunos de sus en otro tiempo colaboradores directos se han pasado a un confuso y reducido sector crítico. No hay que dejarse confundir con la luz de gas a la que Johnson es tan aficionado. No es un extremista del Brexit, pero juega a serlo de manera oportunista, precisamente para neutralizar a ese sector de su partido que amenaza con reconstituir esa fracción rupturista que gravita en la derecha del partido conservador, como señala agudamente Owen Matthews (2).

La UE tendrá que hacer acopia de paciencia y templanza para no caer en las trampas políticas y enredos tácticos del primer ministro británico, al que no le sobran escenarios placenteros. La confianza en un Tratado de libre comercio con Estados Unidos se antoja más esquiva cada día, a medida que se complica la reelección de Trump.

2) Rusia y Bielorrusia; Terreno helado

Tampoco será fácil lidiar con Putin, quien, tras muchos cálculos, ha decidido apostar por la continuidad del autoritario Lukachenko en Bielorrusia, sin pillarse los dedos de manera irreversible. La oposición mantiene sus movilizaciones de presión los fines de semana, pero el régimen se pertrecha, reforzado por el auxilio de Moscú y las escasas opciones de la comunidad occidental (3). A priori, Europa cuenta con la baza de una presidencia fuerte como la alemana. Pero la ecuación es más complicada. A pesar de su firmeza frente al Kremlin, la canciller Merkel no ha querido arriesgar la joya de la corona de la cooperación económica con Moscú: la segunda fase del gasoducto Nord Stream. Ahora, Bielorrusia y el caso Navalny pueden obligarla a cambiar de opinión (4).

Los médicos alemanes que han atendido al principal opositor ruso en un hospital de Berlín aseguran que resultó envenenado con Novichok, una sustancia que suelen utilizar los servicios rusos de inteligencia (por ejemplo, para atentar contra el desertor Skipral, en el Reino Unido).  El Kremlin ha puesto el grito en el cielo y ha exigido pruebas, insinuando que Navalny pudo haber sido envenenado en Alemania. No está el aire limpio para negociar una solución razonable en Bielorrusia.

Aunque de momento no estemos en el escenario Crimea, todo puede agravarse en pocos días. Pero no Obama quien está en la Casa Blanca, sino un presidente mentiroso, compulsivo y paranoico, enfangado en una campaña que le marcha fatal. Sufre además de ataques de parálisis cuando le hablan de enseñar los dientes a Putin. Por primera vez desde 1945, Europa no puede contar con Estados Unidos para abordar una crisis internacional.

3) Mediterráneo oriental; Gas inflamable

De gas también, y de los más inflamables, trata el tercer foco de conflicto a la vista para la UE, aunque en realidad cabría hablar, por extensión, de la OTAN. El despliegue naval turco, griego y francés registrado el pasado mes de agosto y aún en desarrollo ha puesto de manifiesto el casi imposible diálogo con el socio turco, el segundo ejército aliado, que cada día se presenta más intratable. Una confusa, enrevesada y muy polémica disputa por la soberanía sobre unos depósitos marinos de gas se ha convertido en una especie de pulso militar propio de otros tiempos y de otras zonas del mundo (5).

Explicar el conflicto llevaría más espacio del que tenemos en estas líneas. Quedémonos con esto: Erdogan se ve abocado a un conflicto vivo y ruidoso con sus aliados para apuntalar su relato nacional-populista. Grecia es su adversario natural, pero es la Francia de Macron a la que reta con su retórica y con sus buques de guerra (6). Los dos dirigentes ya se cruzaron invectivas muy poco amables hace unos meses, insólitas entre aliados. Es ya tendencia que todo lo que puede empeorar lo haga.

En esa misma zona irritada del Mediterráneo se está fraguando una nueva edición de la crisis de los refugiados, después del incendio que ha destruido el campamento griego de Moria. Se ha habilitado un parche de emergencia que tendrá un recorrido corto y polémico (7). Merkel recuperó buena parte de su capital político internacional con su posición en la crisis de los refugiados de 2015. Ironías de la historia, bajo su presidencia europea va a tener que responder de nuevo a un desafío menor cuantitativamente pero igualmente espinoso (8). En esta ocasión no podrá contar con la escapatoria de la vía turca, con la que entonces liberó de presión a sus renuentes socios europeos. Erdogan ya no es un socio fiable.

La guerra en Siria se ha sofocado (no terminado). Pero no en Libia, donde esta Turquía oficia de actor de primer orden. Un alto el fuego incierto ha detenido las hostilidades, tras el fracaso del general Haftar en su plan de asaltar Trípoli y derrocar a un débil gobierno de islamistas moderados, apoyado muy discretamente por la comunidad internacional, pero de forma muy efectiva por Turquía. El gas inflamable del Mediterráneo tiene una ramificación explosiva en la atormentada Libia. Las opciones europeas son limitadas y se ven lastradas por la equívoca posición francesa, que formalmente respalda al gobierno oficial, pero no ha dejado de poner huevos en la cesta de Haftar, agudizando así su enemistad creciente con Turquía.

Frentes de turbulencia en la periferia de Europa que la inminencia de las enrarecidas elecciones americanas y el delicado desafío estratégico de las futuras relaciones con China en poco o nada ayudan a afrontar.

Notas

(1) “Brexit: internal market bill passes by 77 votes amid Tory party tension”. THE GUARDIAN, 15 de septiembre; “Brexit: pourquoi les négotiations patinent. CÉCILIE DUCOURTOIX. LE MONDE, 8 de septiembre.

(2) “Boris Johnson’s plan to get Brexit Done and ‘hang the consequences’”. OWEN MATTHEWS. FOREIGN POLICY, 10 de septiembre.

(3) “Loukachenko remet son destin dans les mains de Poutin”. BENOIT VIKINE. LE MONDE, 15 de septiembre.

(4) “Germany debates halting contentious Russian pipeline project”. DER SPIEGEL, 4 de septiembre.

(5) “How did the Eastern Mediterranean become the eye of a geopolitical storm”. MICHAËL TANCHUM. FOREIGN POLICY, 18 de agosto; “Turkey’s search for oil may spill over into conflict with Greece”. SIMON HENDERSON. THE HILL, 13 de agosto de 2020.

(6) “Tensions dans le Mediterranée. France au secour de la Grèce fase á la Turquie. LE MONDE, 14 de agosto.

(7) “Réfugiés en Gréce. ‘Moria c’est fini’”. LE COURRIER DES BALKANS, 14 de septiembre;

(8) “The Moria catastrophe and the EU’s hypocrital refugee policy”. DER SPIEGEL, 11 de septiembre.

 

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