Carlos Ñáñez: Venezuela el país de los dólares bonitos y la fealdad criolla

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“Te quiero país… tirado a la vereda, caja de fósforos vacía… Te quiero  país, desnudo que sueña, en los ranchos que paran la mugre de la pampa”. Julio Cortázar

La dolarización de facto, es otra realidad fallida de este desastre económico que sufrimos en conjunto, la destrucción de las cualidades dinerarias del bolívar han supuesto que las simples transacciones del día a día se conviertan en una pesadilla, no existe ninguna válvula de escape y menos la posibilidad de embridar confianza o al menos un atisbo de justicia, es cotidiano ver a los cajeros de cualquier comercio auscultar con severidad cada billete entregado de divisas, para minimizar que los mismos presenten desgaste, dobleces, roturas mínimas o cualquier macula. De nada vale hacerlos pasar por maquinas que revelan su validez o usar marcadores para verificar que se trata de papel moneda, todo depende de un criterio estético, de los 193 países que hay en el mundo un solo país en el caribe le aplica el calificativo de “billetes bonitos”.

Solo en la Venezuela kafkiana, se rechazan transacciones independientemente de su valor por el estado estético de una divisa que ha desplazado de facto a la moneda local, en sus cualidades de medio de pago, reserva de valor y unidad de cuenta. En el país de las reinas de belleza hasta los dólares deben de ser bonitos, para esconder la fealdad repulsiva que produce tener el salario más ridículamente bajo de la región y tal vez del mundo, un monto que para la fecha de publicación de este artículo no supera los 0,60 céntimos al mes. Las distorsiones son tan enormes que las conductas atávicas y primitivas en torno a la circulación de más de dos mil millones de dólares en nuestra economía parecen replicar una suerte de noria de estulticias.

Este fenómeno de dolarización de la demanda, parece no lograr terminar de estabilizarse o al menos de normalizarse, basta acudir a los cascos centrales de cualquier ciudad importante de este ex país, para ver a los vendedores ambulantes gritar que se compra oro, bitcoin, petros y se cambian dólares en sencillo. Transitamos el otro sendero de los informales, quienes han impuesto condiciones leoninas al cambio de billetes de alta denominación (de cincuenta y cien dólares) por los tan deseados billetes de diez, cinco y de un dólar, claro está, cobrando una comisión, así pues si usted dispone de cien dólares y por desgracia estos están feos para los estándares de belleza de los jueces numismáticos de este frenético país, recibe entonces 4 billetes de veinte bonitos, nuevos, sin mácula y se quedan con 20 dólares de comisión, así pues somos el único país en el cual un dólar tiene un valor de ochenta centavos.

No bastaba impelirle a los dólares la desatinada expresión de inflación en dólares, como si nuestro inútil Banco Central en paroxismo frente al fenómeno de la hiperinflación, creado por la fatal arrogancia del socialismo y su incapacidad para establecer el cálculo económico, tuviera la capacidad de imprimir la odiada y amada moneda imperial. Aunado a estas malas prácticas le infringimos a una población en miseria absoluta, la carga titánica de tener que sortear esta crisis con “emprendimientos”, que no son otra cosa que el reflejo agónico para evitar sucumbir en un país en el cual el salario promedio de un profesional con estudios de cuarto nivel no supera los cincuenta dólaresen el sector público, pero las remuneraciones de los prestadores de servicios en oficios es en promedio de 200 dólares, vaya paradoja es preferible dedicarse a la prestación de un servicio en el marco de los oficios, que detentar una formación académica formal.

El salario de la prestación de servicios y oficios bajo modalidad de renta variable, es cuatro veces superior a la de un profesional con credenciales académicas, una crueldad del país de billetes bonitos y realidades inconfesables, la frenética Venezuela de Maduro se ha hecho prolífica en vaciamiento del lenguaje, en torpezas mentales y cognitivas y en maldad, la truhanería de turno criolla, ha generado que la moneda de los Estados Unidos, a pie de nuestras calles pierda el veinte por ciento de su  valor facial.

Se promete digitalizar la economía, defenestrar al envilecido bolívar de la realidad monetaria de esta ex república, y el régimen en boca de Nicolás Maduro, presenta las bondades de una digitalización  que no logra instrumentalizarse fuera de las fronteras de sus fantasías recreadas en la burbuja que el chavomadurismo ha creado para su coalición, así pues para el venezolano de a pie y para los profesionales del sector privado y sus paresindigentes del casi derruido sector público, la cotidianidad de este país de billetes y realidades repulsivas, se resume en puntos de ventas que fallan ante los inmensos montos  ingresados, ya la cotidianidad ofrece retos surrealistas para el registro y la facturación, así mil millones de bolívares se registran en este país surrealista de la siguiente manera: 999.9999.999 ( novecientos noventa y nueve mil millones de bolívares), complementados con otro registro por 1 (un bolívar), una verdadera odisea de fealdades en el país de los dólares bonitos.

Finalmente es menester aclarar, que en lo absoluto me molesta que el técnico de un servicio perciba200 dólares, el problema es que esto representa cuatro veces más remuneración que un profesional promedio con certificaciones académicas, lo que indigna es que la capacitación en el país no sea valorada, que los académicos tengamos salarios ridículamente bajos en bolívares virtuales, mientras nos enfrentamos al hambre viendo  pasar a nuestro alrededor dólares bonitos y feos, que jamás percibiremos.

El país no tolera tanta viveza, tanta crueldad, tanta distorsión, en el país de los billetes bonitos los profesionales debemos asumir trabajos de vigilantes o servicios domésticos para lograr subsistir, y es menester que en estas líneas deje claro, que el emprendimiento es algo diametralmente opuesto a esa expansión de labores manuales, culinarias o de bricolaje en los cuales se han embarcado muchos profesionales con títulos de cuarto y quinto nivel, el emprendimiento tiene que ver con las capacidades explotadas, exploradas e insertadas al mercado económico desde los saberes y haberes, que un profesional haga tortas, cosa prendas de vestir, realice entregas a domicilio entre otras es sobrevivencia no emprendimiento.

En este país de bonitos billetes de dólares, debemos de auscultar el grado de desigualdad que ha impuesto el chavismo, la economía no crece nilogra generar bienestar desde bodegones con precios en dólares o en concesionarios de vehículo de lujo. Eso es un atavismo importado desde las realidades microeconómicas crueles de las costas de China o de la tiranizada Cuba. Así es el socialismo, una entelequia repulsiva, la cual muta desde sus primitivismos para transitar desde la estricta planificación centralizada, hasta la metamorfosis que muchos atolondrados describen como liberalización y progreso.

En Venezuela el socialismo no hizo transición desde la caída de un muro, con un alcalde arengando tanques, en nuestro país el socialismo cambió para dar paso a esta horrible desigualdad que fractura a la sociedad y quebranta el contrato social. Nuestros telurismos solo indican el grado de atraso, de este fardo sangrante al cual llamamos política económica.

Insisto, no hay confianza, esta fue destruida al desaparecer el signo monetario local, la muerte del bolívar supuso la muerte de la confianza y del capital social, el fenómeno de dolarización lejos de generar un grado de estabilidad, imprime entropía y desorden, anomia e incertidumbre que hacen incompatible la existencia y no dan paz a la razón.

Espero que no solo impongamos cánones de belleza a las divisas, sino apliquemos niveles de estatura moral a toda la sociedad, que defenestremos las practicas del truhanismo, enseñados desde la coalición gansteril que hoy ocupa el poder en el país, no podemos ya lidiar con estos niveles de incertidumbre, de inestabilidad este año inicia con una marcada tendencia alcista del tipo de cambio, es imposible técnicamente estimar la conducta de cualquier variable macroeconómica, los modelos no pueden hacer referencia a esta realidad que rebasa los límites y cotas de la complejidad, todo es externo, heterónomo, improvisado y estocástico.

Somos una suerte tropical del “Te quiero país”, cantado por Cortázar, somos un pez panza arriba país de monumentos y esperpentos, entre esos esperpentos residen los dólares bonitos contados por los diputados tilingas de nombre compuesto.

 

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