Enrique Meléndez: Suicidio y coronavirus: dos realidades

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El famoso personaje Werther de la inmortal obra de Goethe alega que el suicidio es la indiferencia más grande que puede sentirse por la vida; lo que fue una expresión muy famosa, tomando en cuenta que la misma generó una ola de suicidios en aquella Alemania del siglo XVIII; siendo, por lo demás, aquella obra un éxito editorial, e incluso se cuenta el caso de un joven, que se lanzó en un pozo; donde se ahogó, y en la orilla del mismo había dejado abierta la página del libro donde el Werther lanzaba esa reflexión. Por su puesto, estamos ante un espíritu de la época tomado por el tormento y el ímpetu, como se decía en términos literarios.  Uno puede decir en esta hora menguada que, al igual que el coronavirus, corre pareja una ola de suicidios en Venezuela; tan extendido uno, como el otro.

No es para menos, pues las oportunidades de vida son demasiado limitadas. No hay futuro; sobre todo, para aquellas personas que están comenzando a vivir, y que han asumido responsabilidades, como el levantar una familia, y aquí entra el problema del tormento. ¿Hasta qué punto puedo responder por los gastos, que me están ocasionando esas responsabilidades, y que me llenan de deudas, para tener al frente a unos deudores, que me presionan a cada instante? El flagelo de la hiperinflación, que ya se sufre de años, tiene desequilibrado por completo el presupuesto familiar. Incluso, algunas casas de asesoría económica, muestran algunas proyecciones, de los gastos que tiene que hacer una pareja de recién casados, con respecto al costo de la vida, y resulta que ni ahorrando durante 50 años con un sueldo de unos veinte dólares, puede adquirir una vivienda.

Aquí está resuelto quien está bien enchufado en el gobierno y, sobre todo, tiene acceso a dólares; pues se trata de una camarilla, que se reparte los verdes en un círculo cerrado; mientras que el que gana en bolívares, el sueldo ni siquiera le alcanza para adquirir un paquete de harina de maíz; tal como sucede en el caso de los pensionados del Seguro Social; que apenas devengan 1.200.000 bolívares; cuando ese paquete de harina está sobre los 2 millones de bolívares. Entonces, ¿qué hace la gente? Sobre todo esas familias que son numerosas, y si no se complementan con algún trabajo informal, o se muere uno de ellos o todos de hambre; tanto más que la llegada del coronavirus ha encontrado una población demasiado desnutrida; de modo que la realidad en estas condiciones se pinta bien fea. Lo que da lugar a terribles depresiones; tanto más que no se le ve salida de ningún tipo a esa realidad; porque, como tal, esa camarilla de la que hablo actúa con el mayor cinismo del mundo, sin reconocer esa situación, y convocar a un gobierno de unidad nacional; primero, para rescatar a Pdvsa, y llevarla a producir ese millón 500 mil barriles diarios de petróleo, que promete Tarek El Aissami, que se elevará la producción a finales de año; pues de otro modo, el gobierno no tiene ni recursos ni personal capacitado, para llevar a cabo tal objetivo de semejante envergadura, pues los expertos dicen que para llegar a producir al menos un millón de barriles en Venezuela, se requiere un año de preparativos, en lo que atañe al montaje de las instalaciones, para la explotación del hidrocarburo, tomando en cuenta su composición pesada y extra pesada.

De modo que para reactivar lo que fue la gallina de los huevos de oro de la economía venezolana, se requiere un financiamiento de algún organismo multilateral, y allí no tendría cabida Nicolás Maduro; financiamiento, además, que comprendería, en segundo lugar, también el de la reactivación del resto del aparato productivo del país; lo que requerirá un ajuste fiscal, cambiario y monetario; mientras se asiste a la población con verdaderos programas sociales; cuya política se debe basar en la inclusión de todos, y no de exclusión, que ha sido lo tradicional en esta gente; comenzando por ese exclusivismo, que hay con respecto a la repartición de los dólares entre los burócratas del más alto nivel.

Me contaba un diplomático, que estuvo muchos años destacado en la embajada de Venezuela en Japón; que la genética de esta gente, influye para que sufran procesos depresivos muy difíciles de neutralizar, y lo que los lleva a suicidarse por cualquier falta que hayan cometido. Por supuesto, eso habla de una sociedad con muy altos valores éticos. Asimismo, en las grandes ciudades del mundo se lee de vez en cuando, sobre todo, en El Metro, un volante con el llamado en mayúscula: ¿DEPRESION? Al lado de un número telefónico; pues a pesar de que las condiciones de vida en esas grandes ciudades dan lugar a que se hable de un mar de la felicidad, como diría Chávez, el alma de la gente está propensa a miles de angustias; por supuesto, derivadas de los hábitos y costumbres de la vida moderna.

El hecho es que este flagelo no deja de aparecer en países regidos por tiranías, y donde el futuro de cada cual se ve demasiado incierto, en especial, en Cuba; que ha sido uno de los efectos de la política ruinosa de los Castro, y que ha llevado a que el cubano emigre o caiga en estas circunstancias; cuando ahora comienza a manifestarse en nuestro país. Porque, en efecto, el suicidio tiene un componente psicótico, que es el que genera la depresión, y de allí la expresión maníaco depresivo; que es lo que lleva al joven Werther a quitarse la vida, esto es, el hecho de sentirse atraído por un amor imposible; pero en el caso nuestro el motivo es esta dura realidad que se vive; dándose la situación de que se registran incluso suicidios de adolescentes; angustiados porque en sus casas no hay comida. De hecho, está vetada la circunstancia de que se hable públicamente de una ola de suicidios; porque esta conducta suele ser muy contagiosa, sobre todo, en horas tan menguadas, como las que tenemos en estos momentos. Lo demás es el lastre que deja entre los familiares y amigos; tomando en cuenta no se está preparado para una situación como ésta.

 

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